La innovadora pianista y compositora mendocina Lucía Caruso, creadora de la Manhattan Camerata e impulsora de la participación de las mujeres en los géneros clásicos y cinematográficos, destacó, tras su paso como la única intérprete sudamericana en el último concierto de las Naciones Unidas por el Día Internacional de la Mujer, la importancia de la colaboración y el apoyo mutuo «en un ámbito tan poco abierto» e históricamente dominado por varones.
«Justamente también tiende a haber mucha competencia, aunque es normal, pero hay que cambiar un poco el eje. Yo las recomiendo, ellas me recomiendan, porque compositoras hay, pero ¿quiénes son las que reciben oportunidades y trabajo?», reflexionó Caruso en diálogo con Télam durante un encuentro en el CCK y a menos de un día de su vuelta a su Argentina natal, de donde partió a los 19 años y preparada por su maestro, Gustavo Gatica, con rumbo a Nueva York para formarse y radicarse.
Fue ese vuelo directo y sin paso previo por los pagos porteños, en un territorio donde «Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires», lo que la privó de darse a conocer antes en su país que en el resto del mundo, que la recibió no sólo en Estados Unidos sino en distintos puntos de Europa.
Hoy, Caruso ostenta un nombre propio gracias a sus múltiples premios y al rico currículum que construyó a lo largo de los años con residencias, encargos y conciertos a nivel internacional, además de contar en su haber con la fundación en 2009 de la Manhattan Camerata, que desarrolló junto a su pareja, el portugués Pedro Henriques da Silva, para explorar lo que decidió denominar como «música transclásica».
Sobre el surgimiento del término, explicó que se le ocurrió porque no tenía una palabra para describir sus obras: «Me gusta crear cosas aunque no existan, y me costaba mucho que me programen, porque no había una descripción, si era clásico, jazz o tango», dijo.
«En mi concierto para piano uso escalas de la India con una orquestación impresionista, con sordinas en las cuerdas y los metales, que hace pensar en un impresionismo como el de Debussy. Eso para mí es ‘transclásico’, un género nuevo que se basa en las técnicas de la música clásica, pero con influencias de otras culturas que van más allá de lo que conocemos desde Occidente», agregó.
Esa incursión en un estilo personal y singular se trasladó también a la formación de Light & Sound Film Scoring, un espacio colectivo de creación de bandas sonoras para películas, desde donde acompaña especialmente los procesos de las compositoras, que sólo representan un 7% en ese universo, según releva el Centro de Estudios de la Mujer en la Televisión y el Cine de Estados Unidos.
Cada vez más afianzada en sus circuitos y también identificada con el movimiento #MeToo, que desde 2017 develó la estructura de abusos dentro de distintos espacios artísticos estadounidenses, Caruso fue noticia en el país en los primeros días de marzo porque la ONU la eligió como una de las protagonistas del concierto Global Women for Peace, que se realizó con motivo del Día Internacional de la Mujer en el BMCC Tribeca Performing Arts Center de Nueva York.
«Nosotras no queremos superar a los hombres, queremos igualdad de género. Yo no quiero discriminar a hombres que son talentosos. La idea no es una guerra contra ellos, eso no es verdad. La balanza está desequilibrada para nosotras, y el énfasis no es agresión», resumió.
Con la maestra Martha Argerich, Piazzolla y Lalo Schifrin como grandes influencias musicales de sus raíces, la pianista dará un nuevo paso en Argentina, cuando el próximo 14 de octubre se presente como solista junto a la Filarmónica de Buenos Aires en la Usina del Arte del barrio porteño de La Boca.
– ¿Qué te dio Estados Unidos que no hayas encontrado en Argentina?
– Yo me fui muy joven porque gané una beca, quería formarme en una de las mejores escuelas del mundo, y descubrí que Nueva York es un mundo increíble, verdaderamente hay muchas oportunidades de todo tipo, muchas culturas, es una enciclopedia viviente, y también me abrió las puertas a Europa. De todos modos es muy importante el apoyo moral que he recibido de mi familia y amigos, para mí los afectos son importantes, y eso me ha dado mucha luz para seguir.
– Y cuando encontraste tu lugar, empezaste a trabajar también por otras mujeres.
– Eso empecé a verlo mientras vivía allá, porque es un problema que está en todo el mundo. Cuando me recibí y formé la Manhattan Camerata empezamos a notar esta falta de mujeres, y especialmente me di cuenta cuando empecé a hacer música de películas. Sólo un 5 por ciento de compositoras contemporáneas son programadas por orquestas, y hasta hace algunos años en música de cine representaban un 2 por ciento; son cifras muy bajas.
– ¿Qué estrategias buscás poner en práctica en ese sentido?
– Nosotros intentamos invitar a mujeres lo más posible para trabajar, para hacer bandas sonoras, o recomendando a otras mujeres. En la parte instrumental no hay tanto problema, está más equiparado, pero el problema está en la composición y la dirección. Es abrir la mirada y darse cuenta de las oportunidades. Y la colaboración es importante, una se nutre con eso. Muchas personas me preguntan por qué no dejamos de diferenciar el género, que lo que importa es que sea talentosa la persona, pero nosotras queremos simplemente que la balanza se iguale, y nos falta mucho. Hay que ser menos egoísta, tenemos una historia machista, y hasta que eso no se arregle vamos a seguir haciendo quilombo, porque es la única forma en que te pueden escuchar. Los hombres han zafado de muchas cosas, y en la música clásica también, pero estamos mostrando que eso no va más.
– Y actualmente, ¿cómo vivís tu vínculo con Argentina?
– Argentina me está dando ahora. Al principio, más que por mi educación en Mendoza, no me daban bolilla. No me daban entrada, no me daban ni siquiera espacios, no sé por qué, pero me hacían sentir extranjera. Recién ahora estoy sintiendo que me están dando un reconocimiento y una bienvenida. Tiene mucho que ver, y soy muy agradecida por eso, la Asociación Argentina de Compositores, que me hizo parte de manera unánime y me abrió las puertas al país. Están empezando a programar mi música, y fue muy valioso también que me llamaran para componer una obra por los 40 años de la Guerra de Malvinas, que se llama «El cóndor de fuego», que presentó la Banda Sinfónica de Mar del Plata y que fue un gran honor. Los últimos dos años estoy sintiendo que estoy entrando en Argentina, y para mí es muy importante.
Fuente: Télam
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