María Nydia Ursi-Ducó y Eloísa Tarruella son intérprete y directora, respectivamente, de «Ribetes en tu piel rojos quedaron», un espectáculo que con dramaturgia de Darío Bonheur está integrado por dos monólogos «atravesados por la música y las sombras», y que se ve en la sala porteña Hasta Trilce.
Una mujer se despide de su profesión –»pasadora de páginas» en los conciertos de su maestra de la infancia-, mientras un «hombrecito» dará un concierto de piano luego de años de retiro y es descolocado por su madre en silla de ruedas, por lo que todo se le desmorona entre angustias y equivocaciones.
Las funciones de «Ribetes en tu piel rojos quedaron» son los domingos a las 18 en la sala ubicada en Maza 177 y las entradas en forma anticipadas se pueden adquirir a través de www.alternativateatral.com.
«Con Eloísa (Tarruella) desde el vamos tuvimos buena sintonía. Ambas dejábamos librar nuestro imaginario encontrando lugares comunes para dar vida a las criaturas de estos dos monólogos», contó a Télam Ursi-Ducó, quien ya había incursionado en el unipersonal con «Un hombre sin suerte», de Samanta Schweblin, dirigida por Osmar Núñez.
Y añadió: «Encontramos conjuntamente el espacio a recorrer con acciones, pensamientos, silencios y escuchas… en ese mundo de recuerdos y sombras que conlleva el espectáculo».
Télam: ¿Qué las atrajo del texto de Bonheur?
María Nydia Ursi-Ducó: Esta es la tercera vez que trabajo con textos de Darío… Siempre encuentro en su dramaturgia una riqueza de pensamientos ligados a estados de compromisos con los afectos y las relaciones, en donde el vínculo familiar siempre tiene su parte protagónica en lo existencial.
Eloísa Tarruella: En ambos monólogos hay un juego con el espejo metafórico, el reflejo, una especie de doble. En el caso del primero está Estelita, ese personaje que vivió siendo la sombra de su maestra de piano; ella se convirtió en su pasadora de páginas en los grandes conciertos, siempre a expensas del deseo de su maestra. Esto me abrió preguntas: ¿dónde está el deseo auténtico?, ¿podemos distinguir los mandatos ajenos de los propios?, ¿qué vemos cuando nos reflejamos?
En el segundo monólogo, está el hombrecito, un muchacho que siempre amó tocar el piano pero su madre se lo prohibió. Este hecho le trastroca la vida: otra vez, aquí se da el juego de roles y espejos. La sombra como algo que se nos revela y escapa; eso fue lo que me atrapó desde un principio del texto de Darío y me hizo volar con la imaginación para pensar la puesta y el trabajo con María Nydia y la música con Florencia Caruso, que está en vivo tocando el piano.
T: María Nydia, en lo personal, ¿cuál es tu relación con la música?
MNUD: Tengo una cercana relación con la música ya que estudié piano en el Conservatorio Nacional Carlos López Buchardo y además de la actuación y la Literatura –soy profesora superior de Letras- he ejercido la docencia musical con niños.
T: ¿Cómo es desdoblarse en un unipersonal?
MNUD: Personalmente creo que ante cada criatura que uno vivencia en la ficción se produce una amalgama de sentimientos en donde la palabra, la mirada, la acción y el pensamiento viajan en conjunción sintiéndose «uno», pudiendo quizás parafrasear a Gustave Flaubert cuando expresó «Madame Bovary c’ est moi».
T: ¿Cómo es dirigir un unipersonal, más con una actriz de la sensibilidad de Nydia?
ET: El mundo del unipersonal me encanta. Ya había dirigido «El mundo en mis zapatos», con Brenda Fabregat como protagonista, y a Susana Hornos en su obra «Almost a Widow». Me parece que este formato afianza el cuento, lo que se quiere narrar y es un desafío el plantear opciones y recursos interesantes con una sola actriz.
Tuve la suerte siempre de encontrarme con actrices que tenían muchísima disponibilidad y talento con el cuerpo, la voz… María Nydia, además de actriz, es bailarina y maestra de música, toca el piano hermosamente. Toda esa apertura que ella tiene fue fundamental para dotar a sus dos personajes de una gama expresiva. Además María Nydia aporta una mirada interesante y profunda; así que es un placer trabajar con ella, me conmueve verla en escena.
T: ¿Tuvieron conversaciones y/o cambios de opinión con Darío durante los ensayos?
ET: Conversaciones sí, por supuesto. En su texto está claro lo que quiere contar y eso me dio seguridad para experimentar desde la puesta en escena. En el estreno fue la primera vez que Darío vio la obra y le encantó. Me dio alegría que haya sentido que el texto fue llevado por un camino interesante.
T: ¿Por qué los dos personajes están vinculados a la música?
ET: Pienso que la música nos conecta con lo primitivo, nuestra parte animal que emerge en la escucha de las melodías, está en la memoria subterránea. El ser humano en el vientre materno escucha vibraciones, voces, ecos acuáticos; de esta manera concebí la puesta musical de la obra. Es fundamental el aporte de la música en vivo para esta obra. Es un sumergirse en las aguas musicales, un volver. En un mundo donde se prioriza la imagen (la vista) como primer sentido, me interesó correrme de ese lugar e ir hacia ese recuerdo primitivo que es la sensorialidad musical. Además, las puestas en escena tienen relación con lo melódico y es comparable a un pentagrama. Por otro lado, el vínculo que se armó entre María Nydia y Flor, la pianista, fue construido como un diálogo escénico.
T: ¿Cómo jugó la pandemia en la construcción del espectáculo?
ET: Tuvimos idas y vueltas con el estreno y trabajamos mucho para llegar al momento del encuentro con los espectadores. Estar de vuelta en los escenarios es un triunfo. Nos hace re-pensar y valorar lo importante de la cultura en la sociedad, es como un abrazo invisible que se produce con el aplauso del público.
Fuente: Télam
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