En una ceremonia realizada en la Plaza de Armas de la Escuela de
Suboficiales de la Armada, la Institución entregó un reconocimiento en julio al Suboficial Roda por su retiro. El marino chaqueño de 54 años cumplió 35 años de servicio a la Patria y formó, por última vez, junto a sus pares y camaradas.
Puerto Belgrano – El Suboficial Mayor Enfermero Daniel Salvador Roda recuerda con gran emoción sus primeros pasos en la Armada Argentina, la especialidad asignada, los destinos concretados y la familia que la Institución le permitió formar y que lo acompañó durante sus años de servicio.
Cada momento, durante estos 35 años de carrera naval, está presente en su memoria y en su corazón: “Todos los destinos donde presté servicio me dieron algo que aprender, tuve aciertos y desaciertos, pero cada lugar tuvo su encanto”.
Sus padres decidieron –por temas de trabajo– mudarse desde Resistencia hacia la ciudad de Quilmes cuando él era muy chico; con la misma determinación, Daniel decidió su ingreso a la Armada Argentina a los 15 años mientras cursaba el 3° año en la Escuela Técnica N° 4 de Avellaneda.
“Recuerdo que un compañero de la secundaria fue a buscar los papeles para ingresar a la Armada y me mostró el material que le habían dado; las fotos captaron mi atención.
Cuando se lo comenté a mis padres, al principio no querían, porque iba a interrumpir mis estudios, pero luego entendieron que era algo que yo quería hacer”, comenta hoy Daniel.
En enero de 1983 bajo un calor sofocante, rememora, se presentó en la Escuela de Suboficiales de la Armada para dar inicio al Período Selectivo Preliminar (PSP). La disciplina y la forma de vida que pudo observar durante ese tiempo reafirmaron su elección.
Durante 6 meses recibió instrucción y conocimiento general de la Institución y, al finalizar, debió optar por tres especialidades. “Cuando nos dijeron eso, pensé como primera opción ser mecánico de armas, en segundo lugar furriel (administrativo naval) y dejé para lo último Enfermería. Me enojé muchísimo cuando me asignaron Enfermería, pero un jefe me dijo que era una especialidad muy importante y se necesitaba gente con mi carácter”, recuerda con una sonrisa.
De esta manera, el joven Daniel Roda empezó a transitar su camino en la Sanidad Naval. Con la especialidad asignada, se despidió de sus padres y familia en Quilmes, y se trasladó hacia Puerto Belgrano –Base Naval al sur de la provincia de Buenos Aires– para cumplir con el curso correspondiente que, en ese entonces, se dictaba en la Escuela de Sanidad Naval. Egresó segundo en su promoción en agosto de 1984 junto a personal femenino y su primer destino fue el Hospital Naval “Cirujano Mayor Doctor Pedro Mallo” de la Ciudad de Buenos Aires.
Daniel es el mayor de tres hermanos, el primero en partir del hogar y abrazar la carrera militar. “Todo era nuevo para mí, cada vez que flaqueaba en el PSP recibía una carta de mi viejo y la fuerza que me daba me ayudaba a seguir. Siempre dije que mi papá exageraba porque tenía como mucho orgullo y lo decía; para mí era mi trabajo y mi forma de vivir pero para él era extraordinario; verme llegar de uniforme a casa era algo grande para mis padres”, expresó.
Del Chaco poco recuerda, era muy chico cuando partió, ya que se crió en Quilmes del que tiene muy lindos recuerdos de su infancia. En Resistencia aún viven unos tíos y “mi tía, Juana Robledo quien es como mi segunda mamá, es la hermana más grande de mi mamá; ahora la voy a ir a visitar después de tantos años; ella siempre vino a vernos pero ahora está grande y nos toca a nosotros viajar”.
Vocación y familia
En la jerarquía de Cabo Segundo comenzó su profesión, transitando los pasillos y las duras realidades que se presentaban en el Hospital Naval. Reconoce que los primeros tiempos fueron difíciles desde lo anímico, porque enfrentaba la vida y la atención delicada de los pacientes al mismo tiempo. “Hay mucho dolor, pero uno tiene que aprender a convivir con eso y seguir dando lo mejor”, dijo.
Con el ascenso a una nueva jerarquía, luego de un año de embarco regresó al Hospital Naval, donde conoció a su señora, la Suboficial Principal Telma Mercedes Chiaraviglio, también enfermera.
Recordó que “previo a una comisión antártica en el ‘86, realizamos en el hospital el juego del ‘Amigo Invisible’ y, como yo me iba, dejé el regalo. Cuando regresé nos conocimos y me casé con ella dos años después; puedo decir que, gracias a la Armada, pudimos formar una hermosa familia”.
Hoy viven en Punta Alta, ciudad cercana a Puerto Belgrano y su último destino, la Escuela de Suboficiales. Junto a la Suboficial Chiaraviglio tuvieron tres hijos, Javier David quien hoy tiene 29 años y es protesista dental; Paula Julieta, contadora; y Flavia Sofía, traductora en Inglés. “Mi hijo lleva el nombre del primer pediátrico que atendí en el Pedro Mallo, aún sigo en contacto con aquel niño”, dijo, reflejando su humanidad.
“Mantener la familia unida fue siempre nuestro objetivo y en un día tan especial como el que hoy me toca vivir con este retiro, puedo decir que lo seguimos haciendo”, expresó con emoción.
Además de los 8 años vividos en el “Pedro Mallo”, ejerció su especialidad donde la Armada lo requirió: en la Base Naval Ushuaia en Tierra del Fuego; embarcado en lanchas patrulleras; en la corbeta ARA “Guerrico”; de Campaña Antártica; en Misión de Paz en la República de Haití en el 2008 y 2012; en el Arsenal Naval Puerto Belgrano. Cada destino le brindó la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos y valorar la especialidad que, con el tiempo y las experiencias vividas, aprendió a amar.
En el 2006 lo trasladaron a la Escuela de Suboficiales de la Armada (ESSA) y afirma que, junto al hospital, son los dos destinos que se lleva en el corazón. “En este destino conocí grandes personas que me formaron y pude desarrollarme personalmente, asesorando a las direcciones y tratando de hacer las cosas con el corazón, intensamente, y desde el lugar que correspondía”, manifiesta.
Desde el 2016 está a cargo de la División Sanidad de la ESSA, allí deja a sus compañeros y a la Suboficial Principal Ester Romero, quien queda en su cargo, “ella tiene todo para desarrollar la actividad, es capaz y muy buena conductora”.
Cuando ingresó nunca pensó que iba a llegar este momento del retiro. “La vida me tenía preparado para esto y me sorprendió gratamente en lo profesional. La Armada es mi vocación y al final de mi carrera me llevo el bagaje de todo lo aprendido y las personas que conocí”, enfatizó. A sus compañeros de promoción los nombra como “hermanos de la vida” porque siempre están pendientes, uno del otro. “Los amigos son otra familia más”, aseguró.
En la ESSA, el Suboficial Roda asumió la responsabilidad que implica ingresar a los futuros suboficiales de la Armada en óptimas condiciones de salud. “Hay que estar muy atento al personal que ingresa, y después de tantos años me voy pleno de satisfacciones; feliz porque cumplí con lo que la Institución me asignó, y un poco triste por tener que irme, pero todo tiene un ciclo y las nuevas generaciones tienen que desarrollarse”, opinó.
“La Armada Argentina me hizo el hombre que soy hoy, responsable, buen militar y hombre de familia”. Reconoce que sólo permanece en la Institución el que siente la vocación: “A la Armada Argentina hay que sentirla y vivirla”, afirma, y a quien desea ingresar le sugiere que “si su corazón le dice que ingrese que lo haga, porque la Armada está plagada de emociones, de valores y oportunidades que otros no tienen”, concluyó el suboficial retirado.
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