Por Mads Flarup Christensen Director Ejecutivo de Greenpeace Internacional
Hoy hace diez años, un grupo de activistas del barco Arctic Sunrise de Greenpeace trepaba a la plataforma de perforación petrolera Prirazlomnaya del gigante energético estatal ruso Gazprom en una protesta pacífica.
La plataforma, en las gélidas aguas del mar de Pechora, fue el primer desarrollo petrolero comercial en alta mar en el sector ártico ruso. Los activistas viajaron a esta remota zona del mundo para visibilizar los peligros que plantea la expansión de la extracción de petróleo en el Ártico.
En las horas siguientes, los activistas fueron apuntados a la cara con armas de fuego, sus embarcaciones fueron acuchilladas y se dispararon armas automáticas contra el agua que los rodeaba. El buque guardacostas ruso efectuó disparos delante del Arctic Sunrise antes de que el barco fuera abordado por comandos enmascarados y las 30 personas que iban a bordo fueran detenidas.
El grupo, conocido como los “30 del Ártico”, fue acusado de piratería. Cada noche se iban a dormir a sus celdas de Murmansk sabiendo que si eran condenados pasarían al menos los próximos 10 años en una cárcel rusa.
El caso de los 30 del Ártico causó conmoción en todo el mundo y, tras más de dos meses de intensa campaña y apoyo mundial, los activistas fueron finalmente liberados. Las perforaciones en el Ártico se convirtieron en tema de debate mundial.
Dirigí el equipo de respuesta de Greenpeace, vi de primera mano el impacto y el estrés que estos acontecimientos tuvieron en los activistas. Me inspiraron su valor, fortaleza y convicción. Muchos siguen participando en acciones, protestas y campañas.
Mientras recuerdo este aniversario, me preparo para el primer día del debate general de alto nivel de la 78ª sesión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. El tema de este debate se centra en la solidaridad mundial y la urgente necesidad de acelerar la acción, especialmente en torno a la sostenibilidad y la paz.
Si miramos atrás en los diez años transcurridos desde la acción de Prirazlomnaya, muchas cosas han cambiado, pero muchas otras no.
Este mes de marzo, los principales científicos del clima del mundo publicaron su evaluación de la emergencia climática y el mensaje fue inequívoco:
“Las decisiones y acciones que se tomen en esta década tendrán repercusiones ahora y durante miles de años“.
Apuntan a una “ventana que se cierra rápidamente” y tienen claro que, aunque la crisis climática es grave ahora, aún va a empeorar.
Esto no es ningún secreto.
Personas de todo el mundo están despertando a los impactos de la crisis climática, mientras que otras llevan años viviendo y muriendo con ella. Están viendo con sus propios ojos el inmenso precio que se paga cuando el beneficio privado y el poder se sitúan por encima de las personas y el planeta.
Cada vez son más los que deciden pasar a la acción.
Sin embargo, al recordar el Ártico 30 y los sacrificios realizados por quienes estuvieron dispuestos a jugarse el pellejo para impedir la expansión petrolera en el frágil Ártico, me preocupa que el tipo de duras medidas adoptadas contra ellos se esté generalizando.
Hemos visto cómo las autoridades de muchos países se mostraban dispuestas a tomar medidas hasta ahora inauditas para castigar, impedir y perseguir a los activistas del clima.
A principios de este año, Greenpeace Internacional fue designada “organización indeseable” por las autoridades rusas, lo que llevó a Greenpeace Rusia a cerrar sus operaciones y poner fin a 30 años de trabajo medioambiental en el país.
Pero siempre queda el poder de la esperanza y la acción. La esperanza es una práctica, una disciplina, no un acto de fe ciega. Nos obliga a actuar en favor de un futuro mejor, frente a la injusticia, no porque la victoria esté garantizada, sino porque el fracaso es seguro si no lo hacemos.
La protesta pacífica sigue siendo vital si queremos ver los cambios globales necesarios para abordar la crisis climática y el poder del movimiento está creciendo. Personas, grupos de base y organizaciones de todo el mundo trabajan juntos para exigir y provocar cambios.
Sólo si nos mantenemos unidos podremos tener la esperanza de ser lo suficientemente poderosos como para hacer retroceder a los gobiernos que tratan de reprimir las protestas pacíficas.
Sólo cuando nos atrevemos a convertir en acción nuestra esperanza de un mundo mejor se produce el cambio, y esa esperanza puede hacerse realidad.
Nota de Traducción:
Entre los “30 del Ártico” estaban nuestros compañeros argentinos Camila Speziale y Hernán Perez Orsi; nuestro reconocimiento y admiración a ellos en este aniversario.
Fuente: Greenpeace
Déjanos tu Comentario!