Cuando todavía faltan proyectarse un puñado de películas (incluidos dos títulos en Competencia Oficial dirigidos por el inglés Ken Loach y la italiana Alice Rohrwacher), el horario de cierre de esta columna obliga a armar un balance prematuro de lo visto en las diez primeras jornadas de la que ha sido -hay consenso al respecto- una muy buena 76ª edición del principal festival del mundo.
Con apellidos rutilantes (de Scorsese a Almodóvar), pero también con sorpresas, revelaciones, regresos y confirmaciones, Cannes ofreció un panorama alentador en cuanto a cantidad, calidad y diversidad como para demostrar que el cine ya se ha recuperado por completo de los efectos desgarradores de la pandemia. Sin más preámbulos, compartimos entonces este Top 10 (provisorio).
1
«Fallen Leaves»
Del finlandés Aki Kaurismaki. En una selección pródiga en películas que duran más de tres y hasta de cuatro horas, el director de “El hombre sin pasado”, “Luces al atardecer” y “El otro lado de la esperanza” trajo a Cannes un film de apenas 83 minutos.
Se trata de otras de sus tragicómicas y agridulces fábulas (cuentos de hadas) con personajes entrañables incluso en sus miserias, una reivindicación de antihéroes perfectos que saldrán adelante pese a todas las dificultades e infortunios porque en el cine humanista, gentil, amable y austero de Kaurismäki siempre hay lugar para el amor, la redención y el triunfo, aunque sea fugaz y efímero, de los perdedores.
Ansa (Alma Poysti), que trabaja primero como repositora en un supermercado, luego lavando platos en un bar de mala muerte y finalmente barriendo en una fábrica; y Holappa (Jussi Vatanen), un alcohólico que es empleado primero en un taller y luego en una obra en construcción, son extremadamente solitarios, torpes, tímidos, pero se encontrarán en un karaoke (la película es como una rockola con decenas de canciones que suenan de fondo o son cantadas en vivo) y desde entonces iniciarán una relación en la que deberán superar todo tipo contratiempos. Llena de referencias cinéfilas, “Fallen Leaves” incluye a Carlos Gardel cantando “Arrabal amargo” y una larga escena en un café llamado Buenos Aires. Sí, Kaurismäki es un tango hecho película.
2
«The Zone of Interest»
Del inglés Jonathan Glazer. El esperado regreso del director de “Sexy Beast”, “Birth” y “Under the Skin” fue con una muy libre y sobrecogedora transposición de la novela homónima publicada en 2014 por el también inglés Martin Amis (fallecido hace pocos días) sobre la historia del jerarca nazi Rudolf Höss, quien diseñó y condujo el campo de concentración y exterminio de Auschwitz de manera casi ininterrumpida entre 1940 y 1945.
El concepto de banalidad del mal se ha utilizado en reiteradas oportunidades al analizar el Holocausto, pero aquí adquiere nuevas dimensiones con la cotidianeidad de la familia de Rudolf (Christian Friedel), su esposa Hedwig (Sandra Hüller) y sus cinco hijos. Con la cámara siempre a una prudente distancia, con un tono frío, clínico, que evita cualquier tipo de empatía pero también el facilismo de mostrar a los protagonistas como meros monstruos despreciables,
“The Zone of Interest” expone cómo lo mundano convive con el horror que se adivina a pocos metros de distancia. Tan lejos de la épica conmovedora de “La lista de Schindler” como del preciosismo, el virtuosismo y el regodeo en lo explícito de “El hijo de Saúl”, Glazer propone un acercamiento completamente distinto: los pocos planos en los que a pura geometría se percibe a lo lejos el humo proveniente de las cámaras de gas y los hornos crematorios adquieren una potencia dramática devastadora. En cine, se sabe, muchas veces menos es más.
3
«Youth / Spring»
Del chino Wang Bing. El realizador, uno de los grandes documentalistas de observación de las últimas dos décadas, filmó durante casi seis años (de 2014 a 2019) a unos cuantos de los 300.000 jóvenes de entre 16 y 32 años (la mayoría son veinteañeros provenientes del campo) que trabajan por períodos de unos pocos meses en unos 18.000 sórdidos talleres textiles que operan en Zhili, una ciudad-factoría-burbuja ubicada a 150 kilómetros de Shangái, y suelen vivir hacinados en unos decadentes departamentos ubicados generalmente arriba de los mismos talleres.
Con su cámara en mano como única herramienta (no hay temor a la desprolijidad), pero con un grado de empatía, intimidad y capacidad de observación única, el director sigue día y noche, en el ámbito laboral, pero tambén en sus habitaciones o en sus salidas por una ciudad que no tiene ninguna gracia ni encanto, para contar sus historias de vida, sus miserias, sus sueños y hasta pequeños romances (además hay bastante de bullying verbal y una zona de acoso laboral que en Occidente generaría no poca perplejidad). También queda expuesto el nivel de presión que cada trabajador sufre, ya que deben operar las máquinas de coser a toda velocidad, porque al cobrar por unidad cuantas más prendas terminen durante cada jornada laboral eso redundará en los montos de los pagos finales que cada uno de ellos y ellas reciban. La productividad como única norma.
4
«Los delincuentes»
Del argentino Rodrigo Moreno. El creador de “El custodio” y “Un mundo misterioso” regresó luego de seis años de ausencia con una película caleidoscópica y mutante de más de tres horas de duración que transita por diferentes géneros y estilos (robo a un banco, drama romántico con un triángulo amoroso, vida carcelaria, viaje de la ciudad al campo, cine dentro del cine, western, escenas contemplativas y bucólicas en un arroyo, homenaje al clásico “Apenas un delincuente”, de Hugo Fregonese, y a la nouvelle vague francesa, oda a una Buenos Aires de impronta setentista que se resiste a morir con Astor Piazzolla y Pappo’s Blues sonando de fondo y un largo etcétera). El resultado es una película lúdica, imprevisible, libre y audaz. De lo mejor del cine argentino de los últimos tiempos.
5
«Killers of the Flower Moon»
Del estadounidense Martin Scorsese. Era la película más esperada de esta 76ª edición y no defraudó. Scorsese, que ya ganó la Palma de Oro en 1976 con “Taxi Driver”, presentó fuera de competencia la ambiciosa transposición (tres horas y media de duración) de “Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI”, best seller publicado en 2017 por David Grann.
Con los 200 millones de dólares aportados en su mayor parte por el gigante Apple y la presencia de sus dos actores-fetiche (Robert De Niro y Leonardo DiCaprio), acompañados por una notabla Lily Gladstone, Scorsese sigue haciendo con más de 80 años películas ambiciosas, de largo aliento y de múltiples alcances.
“Killers of the Flower Moon”, que se estrenará en salas en octubre próximo, está ambientada durante la década de 1920 en Fairfax, una zona del noreste de Oklahoma que tenía por entonces los mayores ingresos per cápita de la época con los indios de la Nación Osage como principales beneficiados. Es que en medio de la profusión de pozos petrolíferos, ellos recibían generosas regalías y es por eso que los vemos usar ostentosas joyas y circular en lujosos automóviles con choferes (blancos). En medio de esa fiebre del oro (negro) llegan al lugar decenas de trabajadores dominados por la ambición y la codicia. Se desata entonces una constante y creciente matanza con características de genocidio: las tierras y las rentas son demasiado tentadoras para los hombres blancos y los Osange van siendo despojados de sus pertenencias con todo tipo de artilugios, engaños o directamente con asesinatos a sangre fría.
6
«Rapito»
Del italiano Marco Bellocchio. El extraordinario director de “Sangre de mi sangre”, “Dulces sueños”, “La hora de la religión”, “Vincere”, “El traidor de la mafia” y “Esterno notte”, de 83 años, viaja a mediados del siglo XIV para reconstruir una historia real sobre el fanatismo religioso con un niño (luego adolescente) como trofeo de guerra.
En 1857 el matrimonio de burgueses judíos conformado por Momolo Mortara (Fausto Russo Alesi) y Marianna (Barbara Ronchi) cría a sus ocho hijos en condiciones económicas bastante holgadas en la ciudad de Ferrara. Sin embargo, una noche golpean a la puerta unos funcionarios escoltados por la policía, quienes les informan que uno de los chicos, Edgardo, de apenas seis años, fue en determinado momento bautizado en secreto y que, por lo tanto, es católico y debe ser trasladado a un seminario que está bajo la supervisión directa del Papa. De allí, lo del “secuestro” al que alude el título.
Con su habitual maestría narrativa y potencia dramática, Bellocchio va exponiendo muchas veces a través del montaje paralelo la dinámica dentro de la Iglesia, donde Edgardo se convierte en el favorito y en una suerte de obsesión para el Papa Pío IX, mientras la familia inicia una odisea para reclamar la devolución con el apoyo de algunos referentes de la comunidad judía y luego con un movimiento social que llevó a algunos líderes eclesiásticos a juicio y terminó con varios levantamientos violentos y revueltas sangrientas que llevarían en 1861 al Risorgimento, la unificación de Italia como estado secular. Impecable en su reconstrucción de época, en la documentación y variedad de detalles que aporte, “Rapito” pendula entre lo íntimo y lo religioso, político y judicial con una víctima principal: un niño tironeado y manipulado por fuerzas que se lo disputan como para demostrar su poder y su capacidad de sometimiento.
7
«Asteroid City»
Del estadounidense Wes Anderson. El telentoso realizador de “Buscando el crimen”, “Tres son multitud”, “Los excéntricos Tenenbaum”, “Vida acuática”, “Viaje a Darjeeling”, “El fantástico señor Fox”, “Moonrise Kingdom: Un reino bajo la Luna”, “Gran Hotel Budapest”, “Isla de perros” y “La crónica francesa” regresó a Cannes con una historia de aliens y explosiones atómicas ambientada en 1955 en el pueblo del título ubicado en pleno desierto y con tan solo 87 habitantes permanentes.
Como en toda creación de Anderson hay capas sobre capas, citas sobre citas, fetichismo, nostalgia, estética retro-kitsch y la sensación de que nunca se llega al corazón ni la esencia del relato. En este caso, la película en color transcurre “dentro” de un obra teatral televisada (en blanco y negro) cuyo presentador es nada menos que el gran Cranston. Ese es solo el punto de partida de una comedia absurda en la que habrá constantes pruebas atómicas, invasiones alienígenas y una convención llamada Junior Stargazer a la que asistirán militares, científicos y familiares de estudiantes que serán condecorados.
El resultado es un film deslumbrante sobre todo en su creatividad y dimensiones estéticas con un desfile de figuras pocas veces visto en cine: Jason Schwartzman, Scarlett Johansson, Tom Hanks, Jeffrey Wright, Tilda Swinton, Bryan Cranston, Edward Norton, Adrien Brody, Liev Schreiber, Hope Davis, Stephen Park, Rupert Friend, Maya Hawke, Steve Carell, Matt Dillon, Hong Chau, Margot Robbie y Willem Dafoe, entre otros.
8
«Cerrar los ojos»
Del español Victor Erice. A más de tres décadas de “El sol del membrillo” (1992) y próximo a cumplir 83 años, el director -uno de los más venerados por la cinefila iberoamericana y mundial- regresó al largometraje con una bella y melancólica película que de alguna manera ofrece el cierre que su breve pero notable filmografía merecía.
El realizador de “El espíritu de la colmena” y “El sur” narra la historia de varios misterios: el de una película inconclusa titulada “La mirada del adiós” (algo así como su versión de ese proyecto fallido que fue “El embrujo de Shanghai”), de la que veremos algunos fragmentos al principio y al final de “Cerrar los ojos” (sí, cine dentro del cine) y el de la repentina, inexplicable desaparición del protagonista de aquel film, Julio Arenas (José Coronado), ocurrida 22 años atrás, a principios de los ’90, en pleno rodaje.
El dueño del punto de vista es Miguel Garay (Manolo Solo, notable), director de aquel fallido proyecto que iba a ser su segundo largometraje y amigo personal de Arenas. Definitivamente alejado de la profesión para dedicarse a guiones, novelas y apostando por una vida más que modesta al cambiar Madrid por un pequeño poblado pesquero en Andalucía (el estereotipo del intelectual solitario, decepcionado y casi retirado), el protagonista es convocado en 2012 por un ciclo de televisión llamado Casos sin resolver, cuya conductora quiere reconstruir aquellos eventos y, en lo posible, conseguir nuevos datos para actualizar la historia.
Y, cuando el programa sale al aire, sobrevendrán las revelaciones y las sorpresas. No conviene adelantar nada más, solo que a partir de entonces, en su segunda mitad, “Cerrar los ojos” encuentra su esencia, su corazón, su verdadera razón de ser con una reivindicacón de la amistad hasta las últimas consecuencias.
Concretada con apoyo de la Argentina (entre los productores aparece Pablo Bossi, de Pampa Films), “Cerrar los ojos” tiene a Federico Jusid como autor de la climática música original, a Soledad Villamil charlando y cantando en cámara, pero sobre todo un aire muy nostálgico, melancólico y tanguero que incluye también referencias varias a Carlos Gardel.
9
«Inside the Yellow Cocoon Shell»
Del vietnamita Thien An Pham. ¿Una ópera prima de 182 minutos proveniente de Vietnam exhibida en la sección paralela Quincena de Cineastas puede ser la gran revelación de este año?
Allí están los extraordinarios, descomunales, expresivos, fascinantes planos (y planos secuencia) para demostrarlo. El joven Thiên debe acompañar el cuerpo de su cuñada al pueblo de la familia y ocuparse del destino de su sobrino de cinco años que ha quedado huérfano. De la ciudad de Saigón al campo, del pasado de la guerra a un presente dominado por los cambios, del realismo puro a lo mísitico y espiritual, se trata de un viaje de una belleza y sensibilidad subyugantes.
10
«Anatomie d’une chute»
De la francesa Justine Triet. La ascendente directora de “La batalla de Solferino”, “Victoria y el sexo” y “Sybil” rodó una película que incursiona en varios géneros (el policial, el drama familiar, el thriller judicial) con resultados estimulantes.
«Anatomie d’une chute» arranca en un bello chalet ubicado en plenos Alpes franceses. Allí vive desde hace un par de años el matrimonio de escritores conformado por Sandra (la alemana Sandra Hüller) y Samuel (Samuel Theis) junto a Daniel (Milo Machado Graner), el hijo de 11 años de ella, quien ha sufrido una tragedia que le ha hecho perder buena parte de su visión. Lo cierto es que el pequeño sale a pasear por los campos helados con la ayuda de su perro Snoop,(el increíblemente expresivo Collie tendrá una importancia fundamental en la trama) y, cuando vuelve a la cabaña, descubre a Samuel muerto sobre la nieve ¿Accidente, suicidio o asesinato?
A partir de ese planteo inicial, Triet construye el relato sobre varios ejes: la historia pasada de la pareja que resulta mucho más sórdida de lo que parecía, la investigación y organización del caso por parte del burocrático aparato judicial y el largo proceso en tribunales que remite en varios aspectos a la reciente “Saint Omer”.
La directora va sumando capas, nuevos alcances e implicancias, sobre a partir de la aparición de grabaciones hechas por Samuel y del lugar cada vez más decisivo que deberá jugar Daniel, único testigo directo o indirecto de los diversos hechos que se irán exponiendo de forma minuciosa y rigurosa durante las algo excesivas dos horas y media de metraje. El film trabaja sobre las dudas (de los personajes y de los espectadores) con cierto espíritu
Fuente: Télam
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