Dos parias en el extremo de la crisis económica deciden secuestrar a un empresario que, desde su lugar de víctima, asume un rol de poder que enloquece y confunde a sus captores en «No va más, el diablo no juega a los dados», nueva película de Alex Tossenberger y del fallecido Julio Ordano que ya se encuentra en salas del país.
«La idea surge de un bosquejo de un principio de obra de teatro escrito por Julio Ordano, maestro y director de teatro, que al leerlo me entusiasmó para poder llevarlo al cine. Le hice una propuesta a Julio, que era no solo adaptar el guion para cine sino también poder codirigir la película. Terminamos el guion, lo presentamos en el Incaa y para suerte de nosotros salió declarado de interés por unanimidad y con rapidez«, recordó Tossenberger en charla con Télam.
Encerrados en lo que pareciera ser un galpón de fábrica abandonado, los directores metieron a los tres protagonistas (Carlos Portaluppi, Carlos Kaspar y Marcos Montes) para una película coral en la que los roles se van confundiendo y entremezclando entre el drama, el suspenso y hasta momentos del cine que puede asemejarse al terror, con la psicopatía del secuestrado (Kaspar) a flor de piel.
«Comenzamos a trabajar en cómo encarar la puesta de una película que tenia el desafío de realizarla en una sola locación: modos de desplazamientos, perfil de los personajes, tipo de fotografía, pero durante este proceso Julio lamentablemente muere. Con Vanesa Giménez, la productora ejecutiva tomamos la decisión de seguir con el mismo y así pudimos terminar la filmación. Así quedo ‘No va más, el diablo no juega a los dados’, una película con la cual estamos muy contentos y donde quedó plasmado también un homenaje al maestro y destacado director de teatro argentino», señaló el director.
No es la única película en la que Tossenberger discute y reflexiona sobre los roles. En su «QTH» de 2017 posó su cámara en la relación de cuatro soldados en plena Guerra de Malvinas que esperan órdenes desde una inhóspita y bucólica bahía en Tierra del Fuego. Se trata de un suboficial, un cabo y dos conscriptos, cuya misión es proteger la entrada estratégica del Canal de Beagle ante un posible desembarco de los ingleses en el continente argentino, perturbados por la incertidumbre, con pocos recursos y transitando situaciones extremas de presión psicológica con un clima adverso.
Además, a comienzos de este año, estrenó «Un bosque en silencio», en la cual readapta la tragedia de «Romeo y Julieta» enfrentando a unos Capuletos y Montescos de Ushuaia, aunque con un fuerte condimento clasista de discriminación.
Su filmografía incluye otras películas filmadas en la Patagonia, como «La guarida del lobo» y «Gigantes de Valdés». Tossenberger encontró que su modelo de producción funciona trabajando en el sur del país y, con su productora, ven la posibilidad de mantenerse filmando en el frío clima patagónico.
– ¿Se puede pensar al secuestrado como un alter ego de los secuestradores? ¿Por qué?
– El personaje del secuestrado, si bien está bien definido, en el proceso de la película va adquiriendo matices que hacen que lo podamos pensar como alter ego de los secuestradores, no por su condición de secuestrado, sino por los personajes que va asumiendo y que cada uno de ellos son la contraparte de la condición de los secuestradores. Los secuestradores quedan atrapados en tratar de definir quién es su interlocutor, de descubrir de quién se trata en realidad para así poder moverse y tomar decisiones.
– ¿Creés que la desesperación de una persona puede justificar el delito como, en este caso, un secuestro?
– Yo personalmente no justifico el delito en ninguna circunstancia, pero puedo comprender los límites de las personas. En este caso es una gran metáfora y pregunta de hasta dónde puede llegar el espíritu y resistencia de las personas. Los secuestradores toman una decisión desesperada, sin estar totalmente convencidos de lo que están haciendo; realizan el acto al mismo tiempo que lo cuestionan, viven todo el proceso de la historia en conflicto. La desesperación se convierte poco a poco no en una toma de decisión sino en una amenaza y peligrosidad para ellos mismos.
– A su vez, ¿la falta de escrúpulos del secuestrado se justifica por su condición o creés que hasta en este tipo de situaciones uno debe mantener en pie ciertos valores morales?
– El secuestrado asume múltiples personalidades y representan siempre el lugar del supuesto poder. Su falta de escrúpulos tiene que ver justamente con el manejo del poder, con la construcción de ese poder, que en la medida que va creciendo, la situación de dominio hace que pueda imponer su voluntad. Los valores morales se convierten en letra muerta en la medida en que es el poder el que puede decir, hablar disolver o modificar justamente esos valores.
Fuente: Télam
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