Las vidas y vicisitudes de cuatro personajes que tienen en común que su cotidianidad en un contexto social difícil transcurre en una ciudad, es la propuesta de «Sobre las nubes», de María Aparicio, que se estrena el próximo jueves en el Complejo Gaumont del barrio porteño de Congreso y luego estará disponible en la plataforma Cine.Ar Play.
La segunda película de la cordobesa Aparicio luego de «Las calles» (2016), filmada en blanco y negro con una marcada melancolía, tiene como protagonistas a Nora (Eva Bianco), una enfermera que quiere hacer teatro; Hernán (Pablo Limarzi), un ingeniero desempleado que tiene una hija adolescente; Ramiro (Leandro García Ponzo) es cocinero; y Lucía (Malena León), flamante empleada de una librería que empieza una relación amorosa con un maestro. Al cuarteto se le suma una recolectora de basura (Juana Oviedo), que canta mientras trabaja y establece una sutil conexión entre los personajes.
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«Sobre las nubes» trascurre en la ciudad de Córdoba, en donde nació María Aparicio y «con las cosas que observé a lo largo de los años y que luego traduje a la ficción, experiencias habilitadas por la vida de mis padres y con ellos mi hermano y yo», cuenta la directora en comunicación con Télam.
«El hecho de que los protagonistas no se crucen entre sí me llevaba a encontrar vínculos menos evidentes entre ellos y a pensar con especial atención las injerencias del espacio y el tiempo en los recorridos de cada uno y en la totalidad de la película.» María Aparicio
«La ciudad siempre tuvo un protagonismo central -explica-, pero también me interesaba pensar las situaciones en el espacio público como un contrapunto de los momentos de intimidad de los personajes», completa la realizadora.
-¿Qué te decidió a filmar una película sobre la cotidianidad de distintos personajes en tu ciudad?
-Yo nací en Córdoba y vivo en el centro en el mismo barrio de toda la vida, donde fue filmada ‘Sobre las nubes’. Mucho de lo que la película tiene que ver con eso, con las cosas que observé a lo largo de los años y que luego traduje a la ficción, experiencias habilitadas por la vida de mis padres y con ellos mi hermano y yo. A su vez, filmé mi primera película muy lejos de mi propio lugar y creo que necesité de esa primera experiencia para poder entender, mucho tiempo después, cómo filmar el lugar que habito.
-¿Cómo fuiste encontrando el tono de melancolía y tristeza, pero que sin embargo transmite optimismo sobre la esencia de la naturaleza humana?
-Escribí esta película a lo largo de varios años, incluso hasta el último día de rodaje, porque en vez de filmarla de un tirón se rodó en varias etapas. Eso me permitió reelaborar muchos detalles de los personajes, repensar escenas, modificar el camino de cada uno. El hecho de que los protagonistas no se crucen entre sí me llevaba a encontrar vínculos menos evidentes entre ellos y a pensar con especial atención las injerencias del espacio y el tiempo en los recorridos de cada uno y en la totalidad de la película. La ciudad siempre tuvo un protagonismo central, pero también me interesaba pensar las situaciones en el espacio público como un contrapunto de los momentos de intimidad de los personajes. Esa dimensión de la urbanidad me parece central, porque ahí pueden leerse muchas de las tensiones del presente y de las tragedias cotidianas del mundo en el que vivimos. Pero también en las ciudades existen los momentos de redención. Son pocos, pero existen. Esa dicotomía es lo que veo a diario y donde intenté situar esta película.
-El relato tiene cuatro personajes cuyas historias están cruzadas por el trabajo y el dinero. ¿Desde el primer momento estuvo esa voluntad de hacer una especie de punteo social?
-Desde el primer momento estuvo presente la idea de filmar a cuatro personajes, porque pensé que de esa manera se podría llegar a representar algo de la experiencia colectiva que implica habitar una ciudad. El trabajo en un sentido amplio es algo que me interesa pensar, porque en la relación que las personas tenemos con el dinero y con cómo conseguirlo, se cristalizan una gran parte de los problemas de este mundo. Esta película filma el trabajo no sólo para representar esa relación, sino también para intentar interrogarla, para buscar fisuras, para imaginar que las cosas pueden ser de otra manera.
A su vez hay algo que caracteriza a los centros urbanos que es que las clases sociales se mezclan entre sí. No necesariamente dialogan o interactúan, pero sí se mezclan. Creo que ahí hay mucho para observar.
-Algunas decisiones como el blanco y negro, el combinar actores profesionales con otros que no lo son y el riesgo de conformar un relato coral sin cruces entre los personajes, son algunos de los elementos que definen tu trabajo. ¿Coincidís con la apreciación, hay otros factores imprescindibles en tu cine?
-Sí, coincido. El cine que hago es algo que voy descubriendo a medida que pasa el tiempo y que por supuesto cambia mientras aprendo cosas nuevas, mientras veo películas, mientras comparto con otros. Por eso creo que esos factores imprescindibles no son estancos, sino que se están modificando permanentemente. Sin embargo, hay cosas que cada vez son más esenciales para mí y para el cine que me interesa, que tienen que ver con la emoción y con la idea de que la vida en el mundo es demasiado compleja. El cine no debería ahondar la pena, tampoco replicarla, ni colaborar con que se produzca. Sí puede ayudarnos a transitarla y a interrogarla.
Fuente: Télam
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