Luciano Strassera, un exyerno de Diego Armando Maradona, declaró que durante los tres meses que intentó entrenar a su exsuegro lo había notado deteriorado no solo desde lo físico, sino también cognitivamente, al punto de advertir que el astro del fútbol «no conectaba» y que ello coincidió con un «cambio de medicación» que hicieron sus médicos.
Así lo expresó en su declaración en el marco de la causa que investiga la muerte del «10», en la que los fiscales de San Isidro lo citaron como testigo porque entre agosto y octubre del año pasado había sido convocado por el propio Maradona para que lo ayudara a entrenarse, rutina que realizaban cuando era el novio de su hija.
«A Diego lo conozco en el año 2013, en calidad de yerno porque estuve de novio con su hija Gianinna por tres años», contó «Lucho» Strassera (31) al inicio de su testimonial, a la que tuvo acceso Télam.
El abogado explicó que, más allá de la relación «yerno-suegro», el vínculo entre ellos también «se potenció mucho por Benjamín», el hijo que Gianinna tuvo con el futbolista Sergio «Kun» Agüero.
«Los dos teníamos un amor especial por ‘Benja’, y eso fue algo que nos unió hasta el día de su muerte», afirmó Strassera, y contó que luego de terminar el noviazgo con Gianinna, continuó la relación con Maradona y se hacían un lugar para verse.
Recordó que cuando Maradona ya era DT de Gimnasia y Esgrima de La Plata se mudó a una casa en un country de Brandsen y un día lo llamó y le pidió que volvieran a «entrenar juntos» porque, según le explicó, «quería ponerse bien para el día en que cumplía 60 años».
Por ello, Strassera comenzó a ir «tres o cuatro veces por semana» a esa casa de Brandsen junto a un preparador físico al que, a pedido de la fiscalía, identificó como «Nicolás Italiano».
«Me llamó mucho la atención el deterioro físico que vi en él»”
Luciano Strassera
«Yo creí que íbamos a poder entrenar juntos. Pero su estado físico era muy distinto al que imaginaba. Le costaba caminar. El plan original de entrenar juntos pasó a ser lograr que volviera a caminar», describió el testigo.
«Yo creí que íbamos a poder entrenar juntos. Pero su estado físico era muy distinto al que imaginaba. Le costaba caminar. El plan original de entrenar juntos pasó a ser lograr que volviera a caminar», describió el testigo.
«Yo no lo veía desde el mundial de Rusia. Me llamó mucho la atención el deterioro físico que vi en él», dijo ante los fiscales, tras lo cual comentó que había que «asistirlo para caminar, para sentarse o para cambiarse» y que sabía que «era producto de la operación de la rodilla» a la que su exsuegro se había sometido.
Sin embargo, Strassera remarcó que «también cognitivamente se lo notaba desmejorado», especialmente desde mediados de septiembre del año pasado cuando iba a visitarlo y «estaba durmiendo» y «no quería entrenar».
«Eso coincidió con el cambio de medicación», subrayó el testigo y recordó que Maximiliano Pormargo, el asistente personal de Maradona que convivía con él, le dijo que quien lo había decidido era «la doctora (Agustina) Cosachov», la psiquiatra ahora imputada en el expediente.
«A partir de ahí, hay un antes y un después en el estado cognitivo. Diego, a partir de esto, empieza a estar la mayor parte del día durmiendo, y hablando muy poco. Por ende, todo ese progreso que habíamos hecho en la parte física, empezó a ir para atrás. Le costaba caminar devuelta, hablar y se lo veía hinchado. Yo lo veía demasiado medicado», agregó.
El exyerno señaló que él vio «gente medicada» pero que a Maradona «se lo veía como muy apagado».
«Lucho» también recordó que en ese momento del cambio de medicación fue cuando conoció al otro principal imputado en la causa, al neurocirujano Leopoldo Luque.
«Recuerdo que me dijo que le habían hecho chequeos y que estaba perfecto, pero me resultó raro porque no se lo veía bien. Cuando uno preguntaba la respuesta era siempre que los chequeos estaban bien, pero los chequeos nunca aparecían. Nadie tenía acceso a ellos», sostuvo el testigo.
En otro tramo de su declaración, Strassera narró cómo lo vio a Maradona, el 30 de octubre pasado, día que cumplía 60 años y que tenía el compromiso de ir a la cancha de Gimnasia, en lo que fue su última aparición pública y donde se lo vio deteriorado.
«Lo vi en un estado como si fuera de dormido, a donde iba estaba como muy dormido. Recuerdo que estábamos mirando goles de él, que era algo que siempre lo hacía reaccionar, hablar de sus goles y partidos, pero ni siquiera miraba la tele. No conectaba con nadie. Quería estar solo», detalló.
Además, dijo que en algunas ocasiones le vio «moretones», que cuando preguntaba le decían que «se había caído» y opinó que «una persona en su condición no podía estar sola».
El abogado también contó que en charlas que tuvo con Maradona en ese período, el excapitán de la Selección Argentina le dijo que «estaba en la mitad de su vida y quería vivir 60 años más» y que su deseo para el cumpleaños era «reunir a todos sus hijos».
También le dijo a los fiscales que sabiendo el nivel de vida que tuvo Maradona en lugares como Dubai, tanto las casas de Brandsen como la de Tigre –a la que conoció porque ayudó a la familia a desmontarla-, le «llamaron la atención, porque siendo la estrella que era, con su pasar económico, esas condiciones no eran las adecuadas».
Strassera comentó además que él entrenaba a Diego «ad honorem», por la relación que tenían y que su convocatoria la hizo el propio Maradona «porque era muy difícil comunicarse con Diego. Su teléfono cambiaba constantemente».
La última vez que vio a su exsuegro fue cuando lo internaron en la clínica Ipensa de La Plata por «un problema en su cabeza», recordó que allí «no querían operarlo» y por ello su último contacto fue cuando lo vio «subiendo a la ambulancia yendo a (Clínica) Olivos».
Maradona, la mayor figura de la historia del fútbol mundial, murió a los 60 años de un edema pulmonar y una falla cardíaca el 25 de noviembre de 2020 al mediodía, en una casa del barrio privado San Andrés, de Tigre, donde transitaba la internación domiciliaria que está bajo investigación penal en la justicia de San Isidro.
Por el caso, hay siete profesionales de la salud imputados por «homicidio simple con dolo eventual», figura penal que prevé de 8 a 25 años de prisión.
Fuente: Télam
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