La vida de la abogada feminista Simone Veil, que sobrevivió a los campos de exterminio nazis y con los años se convirtió en ministra de Salud de Francia, desde donde impulsó la despenalización del aborto, es abordada en la biopic «Simone, la mujer del siglo», de Oliver Dahan, protagonizada por Elsa Zylberstein.
«Queríamos hacer el retrato de una mujer con el pelo suelto, queríamos mostrar a la mujer», cuenta Zylberstein en comunicación con Télam sobre su composición de Veil, «aunque la gente dice que era dura, cuando la conocí no lo sentí en absoluto, sentí que era alguien extremadamente poderosa, resistente y también emotiva«, completa la actriz francesa, que participó en más de 60 películas y ganó numerosos premios en su país.
La película de Oliver Dahan («La vida en rosa») tiene como centro la extraordinaria vida de Simone Veil, superviviente del campo de concentración de Auschwitz, abogada y activa participante en la vida política de su país en diferentes causas humanistas.
Más allá de su rica trayectoria, que incluye entre otros logros haber sido la primera presidenta Parlamento Europeo, Veil es recordada por su gestión como Ministra de Sanidad en 1974, desde donde promovió con éxito -aunque con muchas polémicas- la ley que despenalizó el aborto.
«Simone, la mujer del siglo», además del protagónico de Elsa Zylberstein, que también produjo la película, completa su elenco con Rebecca Marder, Élodie Bouchez, Judith Chemla, Olivier Gourmet, Mathieu Spinosi, Sylvie Testud, Philippe Torreton, Philippe Lellouche y Antoine Gouy.
– ¿Interpretar a una figura tan importante de la historia reciente de Francia le confiere una responsabilidad suplementaria en su trabajo de actriz?
– Sí, claro que sí. Pero como yo era la que quería esta película y la que la había estado en el origen y a la vez la había coproducido, una vez que llegó el momento de dar el paso, empecé a leer todo lo que sabía, tardé un año en prepararme. Es un personaje muy conocido físicamente, así que incluso llamé al maquillador que caracterizó a Gary Oldman como Winston Churchill en ‘Las horas más oscuras’. También estaba la dimensión, yo soy muy delgada, tenía que meterme en su cuerpo, hacer que la gente creyera en ella. Confié en la actriz que soy y en las habilidades que tengo y sé hasta dónde podía llegar. Sé hasta dónde puedo transformarme, engordé 10 kilos. Por supuesto, tuve acceso a todos los programas de televisión que ella hizo. Cada programa me ayudó a encontrar una entonación, a encontrar una forma de ser cuando escuchaba a gente con Sida, cuando escuchaba a gente con consumos de drogas. Encontrar su humanidad y su lado obstinado, su lado poderoso, su lado emocional, todo eso lo recogí de sus entrevistas. Entrevisté a políticos como Philippe Douste-Blazy y al matrimonio Klarsfeld, conocidos como los ‘Cazadores de nazis’, todos ellos fueron verdaderas fuentes para mí. Con Olivier (Dahan) queríamos hacer el retrato de una mujer con el pelo suelto, como siempre hemos dicho, queríamos mostrar a la mujer. La gente dice que era dura, pero cuando la conocí no lo sentí en absoluto, sentí que era alguien extremadamente poderosa, resistente y también emotiva. Lo que yo debía hacer era convertirme en una mujer de 87 años, que vivió los campos de concentración. Las preguntas que surgían era cómo integrar ese dolor en mí y cómo la transcribo. Ese fue mi trabajo.
– ¿En cuál de los rasgos del personaje de Simone Veil se concentró más al momento de retratarla?
– Quizá la autoridad que yo no tengo de forma espontánea. Es más, sí la tengo ahora, tengo la impresión de que ella me la dio y yo no la tenía necesariamente antes. El lado intransigente también, muy cuadrado, también muy perentorio. Otro rasgo distintivo es cuando ella dice algo sobre la seguridad y confianza en sí misma. Pero en términos de emoción, creo que tengo la misma sensibilidad que sentí cuando la conocí. Después, tuve que trabajar mucho ese dolor. ¿Cómo transmito eso en sus ojos cuando ella regresa al campo de concentración? Cómo lo transmito en los ojos, esa cosa indescriptible. Haga lo que haga, es una hija de Birkenau, como me dijo una vez la cineasta Marceline Loridan-Ivans, las hijas de Birkenau son las hijas de Birkenau. Cuando vuelves del campo, nunca te vas.
– ¿En un momento en que las mujeres salen masivamente a la calle para defender sus derechos, cree que la figura de Simone Veil está valorada en su justa medida?
– Sí, porque está enterrada en el Panteón de París y fue la figura favorita de los franceses durante 25 años. Y el público me lo confirmó: los 2.500.000 de entradas, la gente acudió masivamente a ver la película: hijas, abuelas, madres. Recibí montones de mensajes en Instagram, montones de chicas jóvenes de 13, 14 años, que habían creado en Tik Tok #IamSimone, #SoySimone. Creo que ella fue un ejemplo único de voluntad de salir adelante y creo que cuando no tienes nada en la vida, ves el camino que ella ha tomado, cuando de muy joven lo pierde todo, tiene que reinventar su vida. Su lucha contra la no fatalidad, es realmente un modelo para las jóvenes.
– ¿Como artista considera que el hecho de que la película se centre en una figura progresista del pasado es una especie de llamada de atención frente a la retórica de odio y regresión del presente?
– Sí, definitivamente creo que tiene una resonancia increíble. Cuando se estrenó la película había 10 estados norteamericanos que habían dado un espantoso paso atrás en materia de aborto, así que curiosamente, aunque no fue intencional, todas las causas de Simone Veil son causas que siguen siendo relevantes hoy en día, al igual que su lucha por la dignidad humana y contra la injusticia. Todas estas causas siguen siendo válidas, y lo del aborto es algo que no puedo creer. Es un paso atrás que hemos dado. Creo que la película llega en un momento absolutamente extraordinario, por la lucha de Veil contra la injusticia, el derecho al aborto, la dignidad, el logro de ser la primera mujer presidenta del Parlamento Europeo, la audacia y el valor que tuvo para imponer lo que quería.
Fuente: Télam
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