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Vicente López
lunes 15 abril, 2024

Reabrieron los comedores comunitarios en el barrio Las Flores

Referentes de organizaciones de Florida Oeste alertaron por la realidad que atraviesa la zona. "Me paraban por la calle y me preguntaban cuándo vuelve el comedor".

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En el barrio Las Flores se siente la falta de trabajo, muchos volvieron a salir con el carro y los pequeños locales y kiosquitos están cerrando. El aumento de la canasta básica y la caída del poder adquisitivo de las familias repercuten directamente en la calidad de vida y en la dificultad que tienen los vecinos para cubrir necesidades básicas de alimentación y salud. Los comedores populares, a través de las organizaciones y los vecinos, se organizan para contener la situación de los que menos tienen.

Emilio Pres, o “Pitu” -como lo conocen en el barrio-, es el organizador del merendero “Los Pitufos” que reabrió hace unos pocos meses en la Sociedad de Fomento Alborada del barrio Las Flores. El merendero es un espacio de encuentro y contención que recibe alrededor de 50 niños diariamente, donde además de tomar la leche, juegan y hacen la tarea.

Pitu nos cuenta que durante los últimos años todas las actividades que se desarrollaron en Alborada fueron pensadas en un sentido recreativo, para mantener a los pibes fuera de la calle, pero que la situación cambió: “Lamentablemente tuvimos que volver a abrir por la crisis que estamos atravesando. Estuvo muy impulsado por la gente del barrio, que preguntaba ¿cuándo vuelve el merendero?».

Patricia y Jonathan, son vecinos del barrio de toda la vida y colaboran voluntariamente en la organización del merendero. Ellos nos cuentan cómo ven el barrio: “Se nota que la gente no está pasando por una buena situación. Todo sube. No llegamos a fin de mes. Por más que lo estires, no llegás. Hay que buscar precio, buscar ofertas, es un modo de intentar llegar. Baja la calidad de vida, en lo que comés, en poder tener una salida, todo es más difícil. Un nene que está acostumbrado a tomar un yogurt que le gusta y ahora no podés, le tenés que dar mate cocido. Si ganás de 8 lucas para abajo te alcanza para una buena comida y viajar al laburo, nada más. Se nota mucho que la clase media se está viniendo abajo. Hay ricos más ricos y pobres más pobres”.

El merendero funciona con aportes que todos los meses realizan la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y el Movimiento Evita como harina, galletas, leche en polvo. “Pero tenés que hacer magia. Intentamos abrir de lunes a viernes pero a veces no tenemos insumos. Una vez que laburaste y conseguís tus cosas y para tu familia, es duro volver a pedir. Pero con los chicos es distinto, a los chicos el merendero les encanta y vienen sin problema. A la gente grande le cuesta mucho.” concluye Pitu.

Los comedores comunitarios en Argentina tienen un fuerte carácter territorial. Son estrategias de emergencia de los sectores populares, desarrollados por organizaciones políticas, de la sociedad civil, en algunos casos acompañados de políticas sociales, para complementar o suplir la alimentación. Surgieron como respuesta a la crisis social, la precarización laboral y el desempleo a partir de la década del 70 y que se profundizó en los años 90, afectando sobre todo a los barrios más pobres ante la falta de cobertura de las necesidades básicas.

Maritza Bardini es presidenta de la sociedad de fomento Alborada y nos cuenta la historia del comedor comunitario que funcionó allí durante 7 años entre 2003 y 2010. Esta iniciativa, que llegó a dar a de comer a unas 600 personas por día, fue posible por la colaboración voluntaria de un grupo de vecinos que organizaba la preparación de las viandas y por el apoyo y financiamiento del Estado Nacional, durante la gestión anterior, a través del Ministerio de Desarrollo Social (FOPAR y PNUD).

“A nosotros nos triangularon los fondos, no nos mandaban el dinero, sino los alimentos para que nosotros hagamos las comidas. Es un tema tener un comedor, no te pagan los sueldos de la gente, tenés que buscar precios, estirar la guita. Aun así, el acompañamiento del gobierno te asegura continuidad. Si tenés un emprendimiento como un comedor no hay nada mejor que ser avalado por el gobierno”.

Aun con todas estas dificultades y el enorme esfuerzo que implicaba sostener este espacio se generaron cosas hermosas cuenta Maritza: “Los viejitos, por ejemplo, se armaron un grupo, se hicieron una familia acá, y en lugar comer solos compartían acá. Se vivía como un lugar de encuentro y se armaron cosas muy lindas. Para las fiestas, siempre hacíamos un plato especial”.

Desde su experiencia Maritza sostiene que los comedores no son la solución al hambre y la pobreza sino “un paliativo que aminora un poco la situación social. El orgullo de comprarte tu propia comida no te lo saca nadie. Los que conseguían una changuita mientras duraba la plata no venían”. En relación a la situación social del barrio hoy, la compara con lo vivido en 2001: “Hoy me paran por la calle y me preguntan cuándo vuelve el comedor. Se me parte el corazón. Esto recién empieza, perfila que podemos llegar a estar peor».

Desde entonces Alborada se transformó y comenzó a funcionar como un centro cultural, deportivo y educativo que brinda contención social y promueve el fortalecimiento integral del barrio. Abrió sus puertas para que distintas instituciones y organizaciones realicen actividades recreativas y de asistencia a la comunidad -como el punto de Encuentro (PEC) de Sedronar-, cursos de introducción al trabajo, integradores de ANSES, primaria de adultos, bachillerato de adultos como sede FinES 2 – donde el Movimiento Evita abrió la guardería “Ricardo Gaona” para las madres que iban a estudiar-, escuelas de Box, Taekwondo y Rock. Y hace poco mas de un año, conjuntamente con la Asociación Civil La Rueda, se instaló una radio comunitaria TROPiKA 98.3.

La importancia de todas estas actividades reside en que todas ellas funcionan como un articulador social que integra al barrio en una identidad colectiva. De esta forma se logra revertir, al menos relativamente, la ruptura de lazos sociales y barriales que generaron tanto el terrorismo de estado como el neoliberalismo. Hoy el barrio atraviesa otra vez una realidad que ya conocía y había quedado atrás.

Sin embargo, los últimos años dejaron una identidad colectiva que genera un sentido de pertenencia entre los vecinos. Volvieron los comedores, sí, pero esta vez, conviven con otras instancias de participación que genera vínculos fuertes para poder hacer frente esta nueva etapa.

Fuente: Revista Malevaje

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