Miles de files se convocaron este lunes en el Santuario de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, formando filas de hasta siete cuadras para pedir y agradecer al «patrono del pan y del trabajo», con espigas y estampitas, en una celebración marcada por el frío invernal que obligó a los voluntarios a repartir mate cocido y agua caliente.
La espera
Desde la noche del domingo, la fila de devotos de San Cayetano se extendió con el correr de las horas para ingresar a la parroquia de la calle Cuzco 150 y rezarle a la imagen del santo.
«Todos los años vengo a dar gracias y a pedir por mi familia y por toda la gente que conozco», dijo a Télam Carmen Suárez, de Florencio Varela, acompañada por su hijo Mirko, de 15 años.
Mientras esperaba para llenar su botellita de plástico con el agua bendita de los tanques que se encontraban en la entrada de la iglesia, Carmen contó que la utilizará en su casa para «cortar las malas ondas».
Los fieles celebran a San Cayetano
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«Voy a regar la entrada de mi casa, la ventana, y también a veces uno se tira un poquito en la cabeza cuando anda con mala vibra», relató.
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— San Cayetano (@SCLiniers) August 3, 2023
A pesar de los 7 grados con los que arrancó la mañana en la ciudad de Buenos Aires, los fieles se congregaban envueltos en camperas y bufandas llevando figuras del santo, espigas de trigo, estampitas y velas para bendecir.
Hacia el mediodía la fila sobre la calle Bynon ya era de 7 cuadras y llegaba hasta las inmediaciones de la autopista Perito Moreno, mientras que varios sacerdotes recorrían la fila para dar la bendición.
«Vinimos a pedir salud y trabajo por mí, por mis hijos, por mis nietos y por toda la gente que lo necesita», aseguró a Télam Sandro Medina, de 51 años, quien viajó desde Merlo en tren.
«Venimos desde hace ya diez años. Algunas veces no pude venir por el trabajo, pero por suerte hoy me dieron permiso», comentó el hombre que trabaja como yesero en la construcción y estaba acompañado por su esposa y su hijo de 7 años.
En una nueva conmemoración del patrono, el párroco del santuario, presbítero Lucas Arguimbau, señaló a Télam que «poder abrirles las puertas a los peregrinos de este lugar bendecido y elegido por ellos es una gran alegría para nosotros».
Respecto a las particularidades de la celebración de este año, el sacerdote indicó que suponen «que hay muchos peregrinos que están volviendo después de la pandemia. Si bien el año pasado había terminado todo tipo de restricción, hubo mucha gente que por la edad se mantuvo en su casa».
Luego de haber pasado frente a la imagen de San Cayetano, María del Carmen, de 73 años, narró que hace más de 20 años que concurre. «Solo me interrumpió la pandemia. Y ahora vengo más que nada a pedir por el trabajo y por la salud de mi marido, que le diagnosticaron cáncer», contó.
La llamada Fiesta Grande este año lleva por lema «Junto a San Cayetano pedimos paz, pan, salud y trabajo» y desde las 9 de la mañana comenzaron las misas en la calle que se repetirán hasta la noche en el escenario montado al costado de la entrada del santuario.
En tanto, en el interior del templo, los fieles podían acercarse hasta la imagen de San Cayetano y recibir bendiciones o confesarse.
La celebración
La Misa Central fue presidida a las a 11 por el flamante arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, quien luego bajo del escenario para saludar a los peregrinos.
Al brindar su homilía, el arzobispo advirtió que «no existe peor pobreza que la que priva de la dignidad del trabajo a su pueblo».
«No nos queremos conformar, soñamos con más y mejor trabajo para todos y todas porque no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo a su pueblo», expresó el monseñor.
Entre las canciones religiosas y los temas de folclore que reproducían los parlantes del santuario por las calles, la fila avanzaba ágilmente bajo la coordinación de voluntarios que portaban pecheras amarillas.
También pasaban entre la multitud estudiantes de colegios católicos y grupos scouts que repartían a los fieles mate cocido, galletitas y ofrecían llenar los termos con agua caliente.
«Es una muy linda experiencia. Nos sentimos bien al ayudar con el pequeño gesto de ofrecerle a la gente un mate cocido para cambiarles el rostro con algo calentito», contó a esta agencia Juan Matías Díaz (18), quien está cursando el último año del secundario en el Instituto San José de Villa del Parque.
«La fe nos trae a pesar del frío, qué le vamos a hacer», remarcó Rosa, de 73 años y oriunda del partido de La Matanza, mientras aguardaba su turno para entrar a la parroquia.
Durante este lunes, los fieles también dejaron más de un centenar de mensajes con intenciones y agradecimientos de forma virtual a través del sitio web del santuario.
«Después de la pandemia, este es el año que más gente hay», afirmó a Télam Luis, encargado desde hace 35 años de uno de los puestos de venta de figuras, rosarios, velas, espigas, estampitas e imanes que colman la calle Francisco de Viedma, en las inmediaciones del santuario.
Sin embargo, el hombre apuntó que asistieron menos personas que en épocas anteriores: «Antes venía más de un millón de personas. Hoy no vinieron tantas, puede ser por el frío también».
Algo similar plantearon santeros que tienen sus locales enfrente de la parroquia, quienes aseguraron que «en los últimos años fue bajando la cantidad de gente».
«Vine por un llamado de Dios porque encontré una estampita. Pero igual vengo desde chica porque me traía mi tía y ahora sigo la costumbre», aseguró a Télam Cecilia (46), quien llegó desde el partido de San Fernando, al norte del conurbano bonaerense junto a su hija Olivia de 8 años.
«Vengo para pedir el pan, que no le falte trabajo a mis hijos» agregó la mujer, y señaló que a su hija Olivia la lleva a la celebración «desde la panza».
«Después la traje de bebé y seguimos viniendo todos los años», prosiguió Cecilia, mientras la niña tomaba mate para confortarse del frío.
En tanto, Olivia aseguró entre risas que le gusta más ir a San Cayetano que peregrinar hasta la Basílica de Luján.
Otra escena que se repetía entre los files eran las familias que compraban figuras y estampitas, como el caso de Mariela, quien llegó con sus hijos y su nieta desde la localidad bonaerense de Gregorio de Laferrere.
Uno de sus hijos, Lautaro -de 16- relató que se acercaron para «pedir por la familia», y remarcó que repiten como tantos otros la tradición de asistir a la celebración todos los años.
Fuente: Télam
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