El director argentino Martín Saban, que tuvo a su cargo hitos del rubro como «Violetta» y «Soy Luna», volcó más de 20 años de experiencia en producciones de alto perfil en la creación de «STM Sé tú misma», nueva serie musical juvenil disponible en Disney+ que sigue a tres hermanas y fulgurantes estrellas pop que, cansadas de cumplir mandatos, deciden crear identidades falsas para hacer su propia música.
«Tenía que dar otra perspectiva de lo que yo entiendo como éxito», confesó Saban en charla con Télam acerca de lo que lo llevó, tras una larga carrera detrás de cámara en tiras de gran reconocimiento en lugares como Argentina, México y Chile, a expandir su rol al desarrollo de un concepto, sus personajes y situaciones.
Es que mientras codirigía todas las temporadas de las dos multipremiadas series juveniles de Disney, recibía innumerables mensajes en sus redes de chicos y chicas que soñaban con emular la historia de Tini o Karol Sevilla en lo que él percibía como una «idealización» de lo que significaba «trascender» o «triunfar».
Con una edad (hoy tiene 51) en la que tiene sus propios hijos, Saban entendió que pesaba sobre él una «enorme responsabilidad» al responder a todos esos contactos. Así es que tomó las herramientas incorporadas en su paso por producciones como «Soy gitano», «Padre Coraje», «Argentina, tierra de amor y venganza», «Separadas», y las mencionadas «Violetta» y «Soy Luna», entre muchos otros títulos, para darle forma a «STM».
Realizada en Buenos Aires por FAM Contenidos, Media Hub y Yellow Kingdom, con Alejandro Cacetta como productor y showrunner y las canciones de los reconocidos Eduardo Frigerio y Sebastián Mellino, nació esta propuesta de 15 episodios de 40 minutos que sigue la historia de las hermanas Sol, Tammy y Mara (las mexicanas Renata Laveaga, Joe Torbell, Sofía Carrera). Juntas forman las C-Pop, la banda más exitosa del momento.
Sin embargo, el trío vive agobiado por el control y aislamiento del mundo real al que las somete su tutora legal y manager, Jackie Boom (la argentina Melania Lenoir). Agotadas de la presión, las chicas crean identidades falsas y forman STM, una banda que les permitirá hacer su propio camino y sus propias canciones.
-Martín, ¿cuál fue el disparador para «STM»?
-Creo que identifico tal vez un importante problema de fondo que necesité resolver. Cuando «Violetta» se consagró como un éxito en muchos países a la vez, comencé a recibir en mi cuenta de Twitter centenas de mensajes hablando del éxito del programa y comencé a entender que en muchas miradas había una idealización del concepto de «éxito» y a la vez una proyección equivocada del vínculo entre el éxito y el arte de la actuación.
La gran mayoría de chicos y chicas hablaban de que querían ser como Violetta y tener su oportunidad de trascender. Comencé a entender entonces que había una enorme responsabilidad en cada una de mis respuestas. Me encontraba frente a la imperiosa necesidad de corregir una premisa errada en un mensaje con un pedido: «Yo también quiero mi oportunidad de brillar». No había ni hay lugar para que todos los niños que deseen convertirse en «estrellas» de un programa de TV, ocupen ese lugar.
Mi necesidad entonces fue poder lograr de algún modo y aunque fuera en alguna proporción pequeña que ese objetivo no se convirtiera en una búsqueda vacía, ya que el riesgo de frustrarse iba a ser alto e inevitable.
Entonces apareció una respuesta o una inspiración: crear esta historia de tres hermanas que viven una vida rodeada de «éxito», cuyos conciertos son seguidos por millones de personas en el mundo, pero que paradójicamente (o no tanto) no son libres ni felices. Al empatizar con la búsqueda genuina de libertad de estas hermanas, la audiencia podría entender que la felicidad y la libertad en todas sus formas, creativa, artística, o lo que cada uno necesite, está al alcance de la mano y no dependen ni están condicionadas por el hecho de trascender, ni por el reconocimiento público, ni por haber alcanzado la fama.
-Tu trayectoria ligada al género musical infanto-juvenil es muy importante, pero «STM» es tu primera creación. ¿Cómo fue dar este gran paso?
-Sobre el final del rodaje de la tercera temporada de «Violetta» en España y algunos meses antes de comenzar a trabajar en la preproducción de «Soy Luna», tuve junto a dos compañeros de trabajo la necesidad de comenzar a escribir a partir de lo aprendido durante ese proceso. La experiencia fue sumamente enriquecedora, y estaba tan fresco lo aprendido como director, que de algún modo estaba imponiéndose por sí misma la necesidad de expresarlo, ahora desde un papel en blanco. Es la conclusión de la necesidad de cruzar las fronteras de la dirección, arriesgándome hacia la creación de personajes y de historias, volcando lo aprendido.
-El aporte argentino al género musical infanto-juvenil se traduce en numerosos títulos que han viajado internacionalmente y conquistaron públicos y culturas diversas. ¿Cuál es el secreto?
-Latinoamérica es desde hace algún tiempo foco de atención de otras regiones por sus historias llenas de humanidad; pero me animaría a afirmar que esto sucede fundamentalmente por el modo de relacionarnos que tenemos los latinos. Somos profundos en todos nuestros aspectos de la vida. Más allá de los modismos de cada país, somos apasionados, caóticos, anárquicos, felices e infelices… todo a la vez, pero todo con un nivel de verdad y expresividad que nos definen, nos aportan identidad.
Puntualmente en Argentina, creo que encontramos una manera de abordar el género infarto-juvenil desde la escritura, sin repetición de fórmulas y con una autenticidad tal, que fue generando un estándar alto de producción con calidad de exportación durante décadas. A su vez hay grandes compositores musicales, grandes maestros de actuación con decenas de opciones de escuelas de teatro y comedia musical para niños; grandes coreógrafos, excelentes productores y directores, además de técnicos de calidad; por lo que se pueden abordar producciones complejas con resultados óptimos.
-La experiencia adolescente no es la misma que hace 10, 15 o 20 años. ¿De qué manera se adapta el formato para mantenerse vigente?
-Desde el guion la adaptación tiene que ver en parte con el cambio de mensaje del éxito, ya comentado. A la vez los relatos se actualizan con la incorporación de elementos actuales del día a día. La identidades digitales en las redes sociales son un tema muy corriente abordado por la serie. Dos personajes que se conocen y establecen una amistad a partir de sus identidades digitales, luego se conocerán en el mundo real exponiendo sus verdaderas personalidades, llenas de conflictos actuales, a partir de su identidad sexual y sus imposibilidades afectivas. El cambio del modo de comunicación y difusión del mundo redes está presente en el relato.
-En tu experiencia, ¿qué desafíos entraña el trabajar con elencos juveniles?
-Mientras que los adultos traen consigo zonas de interpretación «seguras» o de rápida definición, con los jóvenes el trabajo es a la vez de un modo profesional, pero también intuitivo. El trabajo del director es poder observar las cualidades y necesidades de cada actor, para poder conducirlo o guiarlo. Para esto se deben establecer zonas de confianza donde fluya la creatividad sin filtros de inseguridad, donde el error no sea subrayado o penado, sino entendido como parte del juego de la búsqueda en la interpretación.
La idea de una actuación «verdadera» está cada vez más presente en la actualidad en los elencos. Me sorprendió últimamente ver actores muy jóvenes con una formación tan sólida como diversa, que les posibilita actuar para niños en series musicales, tanto como en los circuitos de teatro para adultos, incluso el mismo día de grabaciones. Hay una clara evolución en la comunidad artística juvenil y esto hace cada vez más rico el relato audiovisual, además de más fácil mi trabajo.
Fuente: Télam
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