El actor Luis Brandoni se pone al frente de la dirección teatral por tercera vez en su extensísima trayectoria para armar la puesta de «Made in Lanús», obra de Nelly Fernández Tiscornia a la que califica como «un clásico del teatro argentino» y que él protagonizó como actor en su primera versión.
Estrenada el 1 de enero de 1986, «Made in Lanús», que interpretó con Martha Bianchi, Leonor Manso y Patricio Contreras bajo dirección de Jorge Palaz, tuvo dos temporadas en Mar del Plata y realizó en algo más de un año cerca de 850 funciones, además de tratarse del único caso en la historia del espectáculo argentino en que convivieron en cartel la puesta teatral con la película, que con los mismos actores dirigió Juan José Jusid bajo el título «Made in Argentina», estrenada en mayo de 1987.
En esta nueva puesta, que tendrá estreno el próximo jueves 4 de enero en el Multitabaris Teatro de avenida Corrientes 831 y que se podrá ver de miércoles a domingos, Cecilia Dopazo, Malena Solda, Julio Ajaka y Esteban Meloni componen a los cuatro protagonistas de la historia, que fue uno de los relatos centrales del teatro argentino en la posdictadura y la vuelta de la democracia.
«Yo tengo un recuerdo muy grato de las dos temporadas que hicimos con esta obra, fue un suceso, la hicimos muchos meses, la llevamos al interior del país, creo que a esta altura se trata de un clásico del teatro nacional»Luis Brandoni
«Tratándose de lo que se trata uno no está del todo tranquilo porque aparecen los nervios y la ansiedad propia de reponer una obra de esta naturaleza», cuenta Brandoni a Télam en una pausa de los ensayos y días después de que la compañía comenzó a trabajar con la escenografía definitiva.
«Yo tengo un recuerdo muy grato de las dos temporadas que hicimos con esta obra, fue un suceso, la hicimos muchos meses, la llevamos al interior del país, creo que a esta altura se trata de un clásico del teatro nacional», agrega Brandoni, que como actor en la actualidad comparte escenario con Eduardo Blanco en «Parque Lezama», dirigido por Juan José Campanella.
«Lo que no sabía -remarca- es que estos muchachos (por los productores: Nachi Bredeston, Juan Manuel Caballé, Ricardo y José Luis Gallo) tenían la intención de retomarla y tuvieron la idea, no sé si buena o mala, de llamarme para ponerla en escena, lo que me llenó de satisfacción porque si bien no tengo la intención de convertirme en director y lo hice pocas veces, a esta obra la conozco tanto, la hice tanto, la quiero tanto y quise tanto a su autora, que encargarme de la puesta es un desafío pero también un inmenso placer».
La trama de «Made in Lanús» es, de algún modo, conocida por todos y un clásico recurrente: la discusión entre el estar e irse, entre el que quiere hacer las valijas para ir a un mundo donde todo esté mejor que en Argentina y la decisión de otros de quedarse acá a pelearla.
«Tratándose de lo que se trata uno no está del todo tranquilo porque aparecen los nervios y la ansiedad propia de reponer una obra de esta naturaleza»Luis Brandoni
De estas cuestiones se propuso hablar Fernández Tiscornia en una coyuntura muy particular como era el comienzo de la democracia luego de la brutal dictadura con exilio y desaparecidos.
Con motivos del casamiento de la hija de «El Negro» y «Yoli» en Lanús, vuelven a la Argentina después de 10 años de residencia en Estados Unidos, Osvaldo (médico) y Mabel (su esposa y hermana de El Negro) y cada uno de ellos lleva un deseo oculto: Osvaldo, que el viaje sirva para volver a vivir en el país; y Mabel, que sea la ocasión para convencer a El Negro de que se vayan a vivir con ellos al Hemisferio Norte.
Mabel convence a El Negro, Yoli se niega a abandonar el país, en esas tensiones que se desatan esa noche entre los cuatro se juegan muchas claves «de la tragedia argentina», relata Brandoni.
«Es un tragedia porque los cuatro tienen razón de hacer lo que hacen, la obra tiene una enorme vigencia, está la queja y la reivindicación del país, están todas las voces, es una obra que nos representa a todos los argentinos, a los que se quieren ir, a los que están cómodos acá y no cambian esto por nada, a los que le reprochan al país el haberse tenido que ir, a los que están felices habiéndose ido, a los que están lejos y se quieren volver».
– ¿Cómo fue reencontrarse con esta obra tan emblemática de los comienzos de la democracia casi 40 años después?
– Primero el trabajo, ponernos a ensayar con los nervios, las inseguridades y certezas de siempre. Después descubrir rápidamente con todo el equipo la inmensa actualidad, podría decir penosa en algún sentido, que tiene la obra, porque Argentina puede parecer un círculo en el que los mismos problemas se vuelven a suceder.
– ¿Cómo acomodaron los tiempos, de aquel 1986 con el 2024?
– En el programa de mano se anuncia bien clarito: «la acción se desarrolla en Lanús, provincia de Buenos Aires, en 1986», para que la gente se ubique, porque también va a haber detalles en la ropa de esa época, pero más allá de eso, tengo la absoluta convicción de que se trata de una obra que no puede ocurrir en otro momento, no vale hacer una actualización.
– ¿Igual trata temas presentes?
– Es cierto que pasaron 36 años pero hay cosas que se repiten: las quejas contra el país, el hecho de que uno de los protagonistas unos años estuvo obligado a irse del país amenazado, de hecho me ocurrió a mí. Estoy convencido de que esta obra le habla a todos y al presente, también a los jóvenes porque el texto está discutiendo cosas que hablamos ahora, como los jóvenes que se van del país y en eso el periodismo tiene mucho que ver también, porque yo veo todo el tiempo notas a los que se van y yo quiero ver notas a los chicos que se quedan a estudiar, recibirse y vivir acá. Cuando Yoli se entera de que su marido (El Negro) se quiere ir a vivir a Estados Unidos hace un monólogo que le sale de las tripas y que hace llorar a las piedras. Están los que se quieren ir, pero también los que dicen esto es acá, yo nací acá.
– ¿Y cómo ves aquel teatro de la primera puesta con este actual?
– Desde 1971 me propuse hacer teatro argentino, no en forma excluyente pero sí preferente, y lo hice, siempre me interesó mucho eso y estoy contento y satisfecho de haberlo hecho así. En ese sentido, hacer esta obra es también la reivindicación de un momento muy importante como fueron las décadas del 70 y el 80 en que hubo una conjunción que generó obras y espectáculos extraordinarios, estaba la gente que venía del teatro independiente que tenían organizaciones tremendas, esa gente llegó a la televisión, al cine.
– ¿La televisión era importante?
– La televisión era un generador de espectadores de teatro y fue la gran responsable de la existencia de una plaza increíble y única en el mundo como Mar del Plata, una ciudad balnearia que en temporada de verano tiene 50 obras en cartel. El fenómeno teatral de Mar del Plata no existe en el mundo, las familias llegaban y tenían tres cosas para hacer: ir a la playa, ir al casino e ir al teatro y contar después, cuando volvían a sus casas, a quién habían visto en el teatro. La gente llegaba y sacaba entradas para cinco o seis espectáculos distintos que eran los que iban a ver en los 15 días de veraneo. El verano de 1989, el último del doctor (Raúl) Alfonsín, fue récord: se vendieron 790.000 entradas en 70 días.
Fuente: Télam
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