No creo en las supersticiones, pero por las dudas, vamos a tocarnos todos juntos lo que haya que tocarnos. Ojo: cada cual se toca solo. O deja que lo toque quien más le guste. O no toca nada. O toca madera (Tranqui: era perfecto, pero no voy a hacer chistes con los penes de madera).
Analicemos algunas supersticiones. El Martes 13. Muchos le tienen miedo. Yo no. Yo le tengo más miedo al día 7, que es cuando te viene el ABL, la luz, el gas, el celular, el cable, la liquidación de expensas, la tarjeta… ¡Eso es mala suerte! Incluso hay gente que no se casa ni se embarca un martes 13. Les aviso: El Titanic no zarpó de Southampton un martes 13. Y a juzgar por la cantidad divorcios que existen –de gente que NO se casó un martes 13-, tal vez les hubiera ido mejor casándose un martes 13: al menos les hubieran cobrado menos el salón de fiestas.
En Estados Unidos no le temen al martes 13. Le temen al viernes 13. Entonces, si usted es argentino pero está en Estados Unidos y es Martes 13, ¿puede casarse y embarcarse? ¿O solo lo afecta el viernes 13? Y si es Joe Lewis… ¿qué día perderá media Patagonia? ¿Un viernes 13 o un martes 13? ¿Adónde están Nostradamus, Tu Sam y la Corte de la Haya cuando se los necesita?
Pero los yankis llevan esta superstición más allá: no tienen piso 13 en algunos edificios, en los aviones no tienen fila 13. Como si por no poner el número dejase de ser el piso 13 o la fila 13. O sea: si te sentás en la fila 14, ¡estás en la 13, pavote!
Ahora bien. Esta columna está inspirada en que hoy, día de su publicación, es día 29. Y tenemos “los ñoquis del 29”. ¿Conocen a alguien que se haya vuelto millonario por poner un billete debajo de un plato de ñoquis? Es más: Si trae tanta suerte, ¿cómo es que se funden tantos restaurantes que sirven kilos de ñoquis los días 29? Ni hablar de la cantidad de bares, pizzerías, fondas, chulengos en la esquina que a pesar de tener 60 ristras de ajo se fundieron bajo todo tipo de gobiernos, especialmente los chupasangres. En definitiva toda superstición es una creencia que no tiene fundamento racional, como creer en los fantasmas, en el hombre de la bolsa o en la mano invisible del mercado.
Otra: El miedo a los gatos negros que se te cruzan por delante. ¿A qué distancia mínima se te tiene que cruzar el gato para que entres en una racha de mala suerte? No es lo mismo un gato que cruza a 7 cuadras, y no lo ves, que uno que te cruza a 5 centímetros y encima te hace pipí en el zapato. Además, los gatos blancos o los grises son tan peligrosos como los negros: arañan igual de feo. (Y no. No voy a hacer el chiste del gato que nos trajo mala suerte a todos).
Y para combatir la superstición existen las cábalas. Algunas, como no pasar debajo de una escalera, tienen sustento, sobre todo sives que la escalera parece no tener buen sustento o si ves caer elementos contundentes como trozos de mampostería, plantas o un albañil. Pero muchas son infundadas. Como los que para una primera cita con una chica se ponen siempre el mismo calzoncillo, “el calzoncillo de la suerte”. O las chicas, que se ponen la misma ropa interior. Y aquí habría que ver cuál es el concepto de “suerte”, porque… ¿qué es tener buena suerte en una cita? Si lo que se busca es una relación estable y duradera, y vas por la cita 40, mejor cambiate el calzoncillo o la ropa interior… ¡eso es lo que está ahuyentando al amor de tu vida! (Eso y la ristra de ajo en el cuello).
Y la lista de supersticiones y cábalas es infinita: La cintita roja contra la envidia, el elefantito de la buena suerte, el gatito que mueve la patita, la pata de conejo, (que se ve que le trae suerte a todo el mundo, menos a los conejos).
O eso de que romper un espejo te trae siete años de mala suerte. ¿Y si lo repongo rápido por un espejo nuevo, mejor y limpio? ¿Cuán veloz debe ser el cambio? ¿Vienen siete años de buena suerte si no tengo espejo y pongo un espejo nuevo que no esté roto? Y además: Si uno rompe un espejo con una pata de conejo, con el gatito que mueve la patita, con el elefantito de la suerte o con una mano con una cintita roja en la muñeca… ¿se anularán los siete años de mala suerte?
Y por último: ¿De dónde habrá salido eso de que pisar caca trae buena suerte? Yo creo que debe haber nacido como consuelo de pobres. “Mirá que hay que ser salame para pisar el popó, si estaba a la vista, pero bue, tranqui, te va a traer suerte”. A mi no me van a convencer de que trae buena suerte, porque si así fuera, ¿por qué nadie vuelve sobre sus pasos a pisarla de nuevo? Y la prueba contundente de la falacia: Si pisar caca trae buena suerte, los porteños, que tenemos las veredas más roñosas del planeta, ¡¡deberíamos ser la gente más suertuda del mundo!!
Pero no. Se ve que se nos cruzó un gato o vivimos debajo de una escalera o hay un salame que cada siete años va y rompe un espejo. Menos mal, por suerte, que estamos condenados al éxito.
Fuente: Télam
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