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Vicente López
lunes 23 diciembre, 2024

Lollapalooza explotó con Camila Cabello y Red Hot Chili Peppers

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La primera jornada del Lollapalooza tuvo como elementos destacados el hip hop soulero de Anderson Paak and The Free Nationals, el pop adolescente de Camila Cabello, el rock suave y sintetizado de Imagine Dragons y la experiencia de los Red Hot Chili Peppers.

Con accesos repletos de gente pero con un fluido rápido en los accesos del Hipódromo de San Isidro, la fecha inaugural del festival más convocante del país presentaba entradas agotadas y la constante afluencia de un público que a medida que avanzaba hacia la noche se iba poblando de adolescentes.

Desde comienzos de la tarde fueron los artistas nacionales los que le dieron música a un viernes laboral de pleno sol que dejaba soplar a los primeros aires primaverales de este 2018, entre flashes de celulares, coreografías improvisadas de la niñas que desde temprano se hicieron presentes con brillos en la cara y botellitas de agua mineral que recargaban de forma gratuita en varios de los puntos dispuestos por la producción.

Indios, Militantes del Climax, Miranda!, Mi amigo invencible, El jardín de Ordoñez fueron los encargados de abrirle a Dante Spinetta, quien ocupó desde temprano el escenario principal para presentar su último disco "Puñal", junto a un trío bien rockero. Con la guitarra en la mano, el hijo del Flaco se lució por el fuerte compromiso emocional que llevan las canciones de su nuevo álbum.

Los veteranos de Las Pelotas, una rara avis para los jóvenes de jeanes apretados, remeras rotosas y peinados como para ingresar a una matineé, que copaban en predio, fue el grupo que cerró las presentaciones nacionales de la tarde con un show sobrio, clásico y potente, y que dio paso a los artistas con pasaportes de Estados Unidos y Reino Unido.

El primero en subir al escenario fue el californiano Anderson Paak con su groove funky hip hopero, desplegado junto a su banda los Free Nationals. La presentación de Paak empezó de mayor a menor: la potencia del rap fue cediendo a la repetición de melodías y ritmos que intentaron homenajear a la música de James Brown, pero sin conseguir la gloria.

Mientras, en el escenario alternativo sucedía uno de los números más prolijos de la fecha: los texanos de Spoon hicieron gala de los 25 años de carrera que pesa sobre su espalda con muy buenas guitarras rítmicas y arpegiadas, que eran sostenidas por el elocuente trabajo de Alex Fishel en teclados y sintetizadores. Los liderados por Britt Daniel supieron usar su set de 60 minutos para tocar ante una audiencia que, sentada sobre el pasto, acompañaba con aplausos.

Con los estertores de la tarde surgía la oscuridad de los británicos de Royal Blood. Dúo de batería y bajo, era una de las bandas más esperadas luego de ser revelación en Glastonbury con tan sólo dos discos.

Si bien la identidad se forja en la distorsión y la extraña forma de tocar el bajo que tiene Mike Kerr, casi como si fuera una guitarra, más a la corta que a la larga uno culmina por notar la ausencia de las seis cuerdas o aunque no sea de un minimoog para ocupar las frecuencias agudas que le den armonía y versatilidad a las canciones que, si de algo no carecen, es de composición.

Las bandas se sucedían una tras otra en una marea de gente y, sobre todo, adolescentes, que iban de un lado para otro, ocupaban los espacios de comida y deambulaban por los sectores de baño que, hay que decirlo, disponían de una importante cantidad de habitáculos químicos que facilitaban la espera.

Chance The Rapper y Zara Larsson compartieron horario, pero no así el público, el estilo, la suerte y, por supuesto, el escenario. Con unas visuales de fuertes colores sobre una pantalla híper gigante, el oriundo de Chicago basó su performance en una suerte de gospel melódico con tintes de hip hop, mientras que la sueca, ataviada con la remera de Argentina, desplegó su estilo mezcla de Kylie Minogue, Madonna, Michael Jackson y hasta Shakira ante un público que de iba de adolescente a niños.

A esta altura estaba claro que la mayor cantidad de entradas se lograron con Imagine Dragons. Para las 20.30, familias enteras iban agarradas de la mano para no perderse y la presencia de cochecitos con bebés habían superado la impresión sorpresiva de los cada vez menos adultos rockeros.

Se sabe que el cantante de los Dragons, Dan Reynolds, es un abstemio que le escapa a los flashes y a los escándas de la fama, pero poco conocido era su perfil de pacifista místico. "Argentina, estoy muy feliz de estar acá. Vengo de un país que está dividido. Hoy, acá todos somos uno mismo. Y esto no es ningún cliché", dijo en antes del tercer tema, con vistas de emoción y ya es musculosa. No faltó ningún hit de esta banda que ya había sorprendido en el primer Lollapalooza y que se fue muy aplaudida.

En el cierre de la noche estuvieron Camila Cabello, con un escueto show de 50 minutos, y los californianos de Red Hot Chili Peppers.

Cabello, hija de latinos, dialogó durante todo el show con el público, asegurando que era muy feliz por poder estar en Buenos Aires. Su música mostró una constante de la tarde: a las nuevas generaciones le gusta la mezcla de las rítmicas raperas con el sonido pop.

RHCP, en cambio, venían a representar a la vieja guardia del rock. Remera roja y bigotes, Anthony Kiedis dejó en claro porque es uno de los cantantes que mejor ganan el escenario, con una voz que no desafina ni una nota, pero que, en contraposición, tampoco posee un gran color.

A pesar de que tocaron clásicos de todos los tiempos y presentaron su último disco, quedó en claro que lo mejor del grupo pertenece al alejado John Frusciante.

Ni los embates espásticos de Flea ni el relojito rítmico que es Chad Smith ni la voluntad y ganas que le pone Josh Klinghoffer logran hacer olvidar al eximio guitarrista que le cambio la cara a los de California.

Hoy, los números principales serán Liam Gallagher, Lana del Rey y The Killers, Damas Gratis, mientras que el domingo lo serán David Byrne, LCD Soundsystem y Pearl Jam, en un festival en el que ya no importan tanto las bandas, sino el ambiente y el poder estar allí, en el corazón de San Isidro. Télam.

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