Leandro Lopatín, el guitarrista que reparte su inventiva creativa en el grupo rockero Turf y que se despliega con habilidad dentro del lenguaje de la música electrónica en Poncho, retoma el sendero de su carrera solista inaugurada el año pasado con la salida de «LEA», con el que terminó de encontrar su estilo «melancólico y esperanzador» para condensar en su música un clima de época protagonizado por la «potencia de las masas, el feminismo explotando en las calles y la llegada de un nuevo sonido» que trajeron las nuevas generaciones.
«Son lados míos que tengo y trato de sacar para afuera. Yo siempre fui así. Me acuerdo cuando terminamos de presentar con Turf en el 2004, ‘Para mí, para vos’ en el Teatro Ópera, que después me fui a bailar house a Pachá. Yo nunca tuve esa barrera y siempre fui muy abierto. Algunos no lo entendían porque el mundo rockero es re cerrado», sostuvo, durante una entrevista con Télam.
«Con un overdrive y una viola, soy muy feliz tocando un riff y ahí es cuando me doy cuenta que extraño un montón de salir de gira con Turf.»”
Leandro Lopatin
Estrenado con video en todas sus plataformas digitales, «No le des más vueltas», su nueva canción, se ofrece como «un espejo donde nos vemos y reflexionamos qué y cómo somos y como nos sentimos»: «Somos los discos que escuchamos y las historias que nos contaron. Somos las calles que caminamos y las personas que amamos», canta el músico que trabajó en su pieza audiovisual bajo la dirección de Mora Elizalde, quien logró reflejar la mirada fresca y madura de aquellos días de creación y reconciliación frente al aislamiento.
Télam: ¿Cuándo empezaste a sentir que debías también impulsar un proyecto como solista?
Leandro Lopatín: Apareció como un sentimiento, fue un sentir y ganas de sacar alguna canción. Hubo algunos momentos en los que para el disco de Turf, donde todos llevamos canciones y algunas terminaban en al disco y otras no, había una que no entendía por qué no había quedado; me parecía un temazo. Desde ahí, empecé a pensar en grabar un disquito mío, donde no tuviera que llevar mis ideas a un contexto grupal, donde hay algo más preestablecido por tratarse de una banda. Empecé a grabar en casa, tomando vino, sin compañía discográfica, así como para arrancar. Empecé a trabajar una canción con Juli Ares y terminamos haciendo el resto del disco con él como productor. Con total libertad y muy sueltos. Hicimos un montón de música. Hay algunas más que están por venir, pero ahora estamos terminando un disco con Turf, donde me pongo otro chip: uno más popero, rockero y turfero, que también me encanta. Nunca paré de hacer música durante este tiempo, básicamente porque era la única cosa que se podía hacer.
T: En tu nueva música, los sintetizadores tienen más protagonismo que las guitarras. ¿Cómo llegaste a esa decisión?
LL: Es que también tengo ese lado. A mí me gusta mucho el house, la música electrónica, los sintetizadores. Ese sonido me vuelve loco; y hay momentos donde estoy sintonizado más con eso, con los climas y los colchones. Esa parte de los teclados. Eso me hace bien porque de repente cuando estoy metido en este mundo y agarro una viola para meterle otra onda al tema me termino de volver loco. Con un overdrive y una viola, soy muy feliz tocando un riff y ahí es cuando me doy cuenta que extraño un montón de salir de gira con Turf. Entonces ya está, no le demos más vueltas. Son todos lados míos que tengo y que trato de sacar para afuera.
T: Se dio la rareza durante este tiempo de que pudieras presentarte en vivo con tus tres proyectos. ¿Cómo fue para vos regresar a los escenarios? ¿Estás ya pensando en una vuelta definitiva a la normalidad?
LL: Bueno, tocamos, pero todas cosas extrañas, qué sé yo. Cualquier cosa, inaudito. Pienso que si esto pasa en seis meses o un año, puede desencadenar en una barbarie. Espectacular. Todos teniendo sexo en la calle, un descontrol. Todos abrazándose, besándose y chupando los picaportes de las manijas de los bondis. Un mundo tan ideal que no creo que suceda. Sería muy raro que. ¿Todo esto va a desembocar en la barbarie? Te juro que no lo sé. No entiendo si esto fue todo o no fue nada; tengo miedo que esto recién empiece y dure quince años. No se entiende el futuro. Soy un mar de dudas y prefiero no pensar más en eso y quedarme en mi mundito.
T: ¿Y cómo surgió dentro de ese contexto esta nueva canción, que plantea un sentimiento esperanzador?
LL: Es que mi micro mundo está hermoso. Me tomo un mate con hierbas, desayuno frutas, salgo a la mañana a pasear al perro. Puedo escribir canciones y tengo a mi compañera. Toda esa parte es hermosa y esperanzador, pero es cuando uno levanta un poco más la mirada que todo se pone más bravo: hace un año y medio que no trabajo, que no salgo de gira a tocar. Ahí es cuando me asusto y pienso que todo es horrible. Pero, por suerte, la esperanza la puedo volcar en una canción como esta, donde igual deslizo una nota menor que pone todo como en incertidumbre, como el panorama de ahora.
T: El año pasado dijiste que «LEA», tu primer disco, había logrado capturar el ‘feeling de una época. ¿A qué te estabas refiriendo?
LL: Fue el momento de una revelación personal y de una libertad total para hacer lo que quería. Un disco desprejuiciado, hecho con una computadora en mi casa. Era la época de la potencia de las masas y del feminismo que estaba explotando. Aparecía un nuevo sonido en la música urbana, que a mí me encanta desde siempre y en ese momento estaba bastante cerca de las nuevas generaciones musicales de acá. Quieras o no eso te contagia, al menos en el espíritu y un poco en el sonido. También pasó que justo me había separado y estaba ahí con toda esa sensibilidad que tienen las separaciones: esa cosa de que estás mal pero te gusta, pero estás mal y sufriendo, como en carne viva. Ese es el ‘feeling’ de esa época: melancólico, pero a su vez esperanzador. ‘feeling de esa época es melancólico, pero a su vez esperanzador. Me estoy dando cuenta que esa es un poco mi onda.
Fuente: Télam
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