La murga Agarrate Catalina, uno de los nombres centrales del histórico y consolidado carnaval uruguayo, cruza el charco y viene a Buenos Aires para festejar con orientales y argentinos sus 22 años de trayectoria con un show que se desarrollará el viernes 8 a las 21 en el estadio Luna Park.
Se trata de un espectáculo de retrospectiva en el que la murga nacida en el barrio montevideano de El Cerro con el despertar del siglo XXI, y que se transformó en la más popular, convocante y premiada de los últimos años, repasa las mejores cosas que ha hecho.
«Siempre es muy emotivo y te pone frente a tu recorrido hecho hasta acá hacer un repaso por tu trayectoria», destacó en charla con Télam Yamandú Cardozo, inspirador, director responsable y letrista de este particular combo cooperativo murguero llamado por ellos mismos y conocido por sus seguidores como La Catalina.
El del carnaval es un festival de teatro inmenso que corta más tickets que el fútbol en todo el año y además tiene una particularidad, para formar parte nadie te pide diploma, no se necesita pedigrí, eso es profundamente conmovedorYamandú Cardozo
Días antes de su presentación en Buenos Aires y también del histórico Catalina Sinfónica, que se desarrolló el martes último en el Teatro Solís con la Banda Sinfónica de Montevideo, Cardoso dialogó con Télam sobre las particularidades actuales del carnaval de Montevideo, la vitalidad y los cambios de la murga uruguaya, su relación con el público y los desafíos por venir.
Mientras tanto llega para la murga el momento de comenzar a preparar el próximo espectáculo carnavalero que la llevará por el Teatro de Verano, donde se desarrolla el concurso, y las decenas de tablados que se levantan noche a noche en Montevideo y para dos conciertos junto a León Gieco que tendrán lugar el 24 y 25 de noviembre próximos, también en el histórico Solís.
«Nosotros nacimos en El Cerro porque yo vivía ahí y teníamos acceso a una escuelita donde laburaba mi vieja para ensayar y probar cosas. Nacimos marcados por las murgas de La Teja, que fueron la resistencia cultural del carnaval y las que se plantaron decididamente frente a la dictadura, de hecho tenemos una ‘retirada’ (canción de despedida) dedicada a esa manera de construir murga propia de fines de los 70 y comienzos de los 80″, señala Yamandú para pintar las coordenadas a través de las cuales se gestó el ideario e imaginario de esta murga.
Si bien aclara que en la histórica diferencia de estilos y modos murgueros que se desarrollaron en Montevideo tanto las murgas de La Teja como las de la Unión fueron ambas constestarias en tiempos de la dictadura. «Ya el hecho de poder reunirse a cantar cosas con denuncias contrabandeadas que esquivaban la censura era un canto de esperanza, aun cuando, algunas, como las de La Teja, lo hacían mas explícito».
«Con la Catalina -destaca Yamandú- hacemos la murga que nos gustaría escuchar, tenemos influencia de todas las murgas y de murgas que hicieron también el cruce entre La Teja y La Unión, vertientes a las que se les fue agregando lo que le pasó a cada integrante y los que pasó en el mundo, como el rock, porque las sonoridades de cada murga están tambien marcadas por su época, las del 20, 30, 40 son recontra-tangueras, y después podemos rastrear en las murgas también la llegada de la canción internacional al Uruguay, todo eso influye y también el desarrollo del cine, y la particular cuestión que se suma al escenario y la estética de las murgas cuando la gente de teatro se incorpora».
«Montevideo», por Agarrate Catalina
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Télam: La murga se va modificando con el tiempo.
Yamandú Cardozo: A la salida de la dictadura, en la Montevideo de los 90, las diferencias estéticas se vivían con un compromiso y una ortodoxia de la que era imposible zafar y eran mucho menos frecuentes que ahora los cruces de discursos estéticos y estilísticos, creo que hoy tenemos más libertad y menos prejuicios. En la Montevideo en que me crié, cruzar el heavy metal con el canto popular y la murga hubiera sido impensable, no sólo para la murga, también para el canto popular y para el heavy metal.
T: Acaso lo más impactante del carnaval de Montevideo sea esa situación de asamblea popular que se crea durante varias semanas en los tablados donde la murga llega y comparte con el pueblo lo que les estuvo pasando ese año, se reflexiona sobre política, se ríen de las cosas que tuvieron que enfrentar y de cómo las enfrentaron.
YC: Para mí, con más de 20 años de hacer carnaval y de consumirlo toda la vida, creo que eso es lo que más me tiene enamorado de la situación, esa posibilidad de un pueblo entero desnudándose frente al espejo del humor, cuestionándose, interpelándose de una manera totalmente horizontal. Hoy a la murga se sumó gente que llega con saberes académicos, viene gente del teatro, del diseño, pero la base siguen siendo los vecinos y las vecinas que hacen de la diaria un hecho artístico amasado con el barro que transitan todos los días. Los cuplés de la murga son, a veces, editoriales de gente que no tiene la posibilidad de editorializar porque durante todo el año son consumidores de los medios y es con la murga que tienen la posibilidad de tirar de una punta del ovillo frente a sus vecinos y vecinas
T: A lo largo de más de un mes y surcando toda la geografía de una ciudad.
YC: El del carnaval es un festival de teatro inmenso que corta más tickets que el fútbol en todo el año y además tiene una particularidad, para formar parte nadie te pide diploma, no se necesita pedigrí, eso es profundamente conmovedor.
T: También la murga es bastante tradicional, ¿Cómo sobrelleva los cambios actuales, el género y el feminismo incluidos, en su escenario y su conformación?
YC: Está cambiando de a poco, en el caso de La Catalina, ha sido mixta desde que nació, pero es cierto que durante mucho tiempo las únicas mujeres estaban en las «murgas jóvenes», son ellas, cuando aparecen como movimiento a fines de los 90 las que habilitan el encuentro. Las murgas jóvenes tuvieron en esa época dos sellos muy distintivos: eran de gente de menos de 30 años y eran mixtas. En el carnaval mayor fueron muy pocas las que incorporaron a la mujer, pero eso se fue modificando, y cambió también no sólo la cuota sino el lugar, porque en el carnaval anterior a los 2000 si había una mujer arriba del escenario era porque su desempeño vocal era irreprochable. Cuando empezamos a salir con La Catalina nos decían: «murga con mujeres no es murga», era algo que tenía que ver con los purismos, con cosas muy arraigadas que es muy difícil modificar, y es cierto que en una época las mujeres debían cantar incluso como los hombres o no tenían acceso a los discursos. Hoy las mujeres empiezan a tomar papeles fundamentales, hay grandes letristas, capocómicas, el personaje del cupletero, que lleva el peso humorístico del espectáculo, también está siendo ocupado por mujeres.
Fuente: Télam
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