Libros, discos, ropa, perfumes, utensilios domésticos… ¡Tantas cosas pueden regalarse!… Un caballo ya es menos frecuente, ¿no?… ¡Pero no seamos literales!
La recomendación de este refrán va dirigida a los humanos, aconseja que sepamos aceptar aquello que nos regalan, sin pensarlo demasiado. Vale decir: primero, agradeciendo el gesto amable; luego evitando descortesías, como analizar la calidad del obsequio, resaltarle algún defecto, preguntar su precio… nooo, al contrario, recibirlo con agrado…
Ustedes se preguntarán: ¿y en qué momento entran en escena los caballos con sus dientes? … ¡Pues ahora mismo!
La expresión tiene su origen en las ferias de ganado, y se relaciona con la evaluación que hacían los expertos cuando miraban los dientes de un caballo. Por su dentadura podían saber cosas como la edad, la salud, la procedencia, el tipo de dieta que ha llevado… O sea: valoraban al animal sólo mirándole los dientes…
Dicho sea de paso, el mismo método se aplicaba en épocas en las que existía de forma generalizada la esclavitud humana: a la hora de comprar un esclavo se tenía en cuenta su dentadura… No sólo porque daba una idea de la edad, sino porque era una especie de garantía, cuanto mejor fuera el estado de esa dentadura, más se podía confiar en su estado de salud general… Tal la importancia de las piezas dentales para los que saben interpretarlas…
En otros lugares de Latinoamérica (Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, Honduras…) son más específicos con este refrán, y dicen: “A caballo regalado no se le mira el colmillo”…
Como los refranes también están para cuestionarlos, bien podríamos preguntarle a éste qué deberíamos hacer cuando nos regalan una dentadura postiza…
Fuente: Télam
Déjanos tu Comentario!