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Vicente López
domingo 1 diciembre, 2024

‘La ausencia del humor es el mal’

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Llins Definir el humor es difcil Pero tiene que ver con todo menos con los chistes que son la forma ms baja y ms miserable del humor Foto Prensa
Llinás: «Definir el humor es difícil. Pero tiene que ver con todo menos con los chistes, que son la forma más baja y más miserable del humor» / Foto: Prensa.

El realizador independiente Mariano Llinás, que presenta en el Bafici su documental experimental «Clorindo Testa», sostuvo que «la ausencia de humor es el mal» y consideró que «la inteligencia y la bondad residen en el sentido del humor» al repasar sus raíces surrealistas y la aproximación a la comedia volcadas en su filmografía.

En su nueva película, pletórica de referencias metadiscursivas y atravesada por su habitual destreza para romper y crear estructuras narrativas, el aclamado director repasa el vínculo entre él mismo, su propio padre, que escribió un libro sobre su amigo Clorindo Testa, y el célebre arquitecto.

El filme es candidato en la competencia argentina del Bafici por sus propios méritos y a través del nombre de Llinás, que tiene mucho peso y presencia en el Festival tras estrenar en 2002 su muy apreciada ópera prima «Balnearios», consagrarse con «Historias extraordinarias» en 2008 al llevarse el Premio Especial del Jurado y, diez años después, coronarse definitivamente con el galardón principal por «La flor».

«Clorindo Testa», según se encarga de aclarar Llinás, no es una película sobre el arquitecto ni una sobre el padre del director. La problemática de lo que sí es representa, adrede, el principal interrogante sobre el proyecto a lo largo de su totalidad.

La aproximación que elige el director es narrativamente estimulante e incluye secuencias dentro de un cuarto de montaje que van mostrando el desarrollo del documental a la vez que se va haciendo a sí mismo desde la edición y las decisiones en ese ámbito.

La comedia documental, que brilla en virtud del característico humor del director, innova por varios frentes y si bien Llinás ya tiene acostumbrado a su público a desafiar las estructuras narrativas y jugar con ellas, en este caso acomete un par de vueltas más, hasta el punto de tornarse todo extremadamente meta-referencial.

«Es una suerte de película familiar, que es una especie de tradición nueva que aparece. Es muy interesante: a medida que las películas se van volviendo casi personales y las puede hacer una persona con una cámara, muy rápidamente empiezan a salir las famosas películas de gente sacando fotos de una caja», introdujo Llinás en una entrevista con Télam.

En ese sentido, agregó que ese recurso, actualmente muy difundido, «al principio generó hastío y uno se puede sentir un poco fastidiado pero después hay que admitir que hay algo del cine que descubrió eso, que se volvió posible para el cine».

«Cuando hay tal volumen de películas que trabajan sobre la propia memoria, el pasado y el recuerdo… es un género más, uno nuevo. Y habrá que ver cuáles son buenas y cuáles son malas. Entonces, decidí sumergirme en el género y ahí usé los trucos (narrativos), que no voy a decir cuáles son… medio que son los mismos de siempre», explicó sobre el formato elegido para su largometraje, que se proyecta en la noche de este miércoles a las 21.30 en el Centro Cultural San Martín.

En su ruptura de formato, Llinás detalló un nuevo método que empezó a usar extensamente y le rindió varios frutos en «Clorindo Testa», seguramente una de sus mayores originalidades: «Empecé cada vez más a filmar la labor de la edición e incluirla; hay algo divertido porque permite hacer las películas muy sobre la marcha y el proceso de edición se vuelve un set, a la vez, muy controlable y al que uno vuelve todo el tiempo».

El director contó que dispuso cámaras en el cuarto de edición de su productora, El Pampero, para que se registre algún momento valedero en caso de que surja de las conversaciones con sus colaboradores al momento del montaje del proyecto.

«Fue muy bueno porque, más que ser un parche, daba pie a inventar. En ‘Clorindo Testa’ aparecen ideas que surgen de esa situación de estar editando con una cámara. Se te van ocurriendo ideas sobre lo que puede pasar. Es muy meta pero a la vez se vuelve cine cuando empieza a formar parte de la comedia. Hay un punto en que es hasta chaplinesco, no tiene un sentido. A Godard le pasa lo mismo cuando lo hace: son los momentos que hace comedia. Esto también», precisó sobre su nuevo chiche narrativo.

«Entonces, es muy práctico para hacer una película como las que estoy haciendo; con muy poca gente. Filmo con camarógrafo y editor y alguien que hace producción pero que está también trabajando en otras cosas. Son películas muy, muy mínimas en sus requerimientos y condiciones de producción», explicó.

«Cuando hay tal volumen de películas que trabajan sobre la propia memoria, el pasado y el recuerdo… es un género más, uno nuevo»

– En cuanto al humor en tu cine, ¿lo inyectás deliberadamente o no podés evitar que aparezca por ser una persona chistosa?
– No usaría la palabra «chistosa». Pero en cuanto al humor, a través de la biblioteca de mi viejo, tengo una herencia surrealista. Nos dio esa formación, que forzosamente implica el rechazo por cualquier forma de interpretación alegórica y cierto gusto por lo arbitrario y el azar. De ahí es que aparece el humor, casi como una condición de posibilidad del pensamiento y, más aún, de la vida. Para quien fue educado en las disciplinas del humor, la definición de «humor» es muy difícil. Pero no tiene que ver con hacer chistes, tiene que ver con todo menos con los chistes, que son la forma más baja y más miserable del humor. Y el humor no tiene que ver con la idea de la ocurrencia graciosa del chiste y todo eso, es lo contrario del humor en el sentido surrealista, que es una actitud frente a las cosas. Hay algo, que podríamos llamar ética, que separa lo que está bien de lo que está mal y en eso no puedo transigir. La ausencia de humor es el mal. ¿Dónde está el mal? Allí donde no hay humor. Y quien no tiene humor, para mí es un enemigo, que me da miedo. Toda mi vida y manera de pensar provienen de esa noción. Lo que me gusta, y lo que no, viene de esa idea muy inculcada a sangre y fuego por mi padre.

– ¿De qué manera?
– Era casi como una cosa Jedi con la que nos torturaba. Decía que tener humor era algo que se tenía o no, entonces de pronto alguien no lo tenía y uno, como hijo, tenía miedo de no tenerlo… como un poder. Un patrón ético. Algo que separaba a alguien que formaba parte del bien de alguien que era del mal. Y esa es una manera rara vivir. Me he rodeado de personas afines pero a veces es muy difícil, y la gente piensa que estás loco. Alguien que no tiene sentido del humor, no puede ser bueno ni inteligente. Porque la inteligencia y la bondad residen en el sentido del humor. ¿Medio disparatado, no? Pero bueno, de eso se trata. Cuando se piensa en El Pampero, y sobre todo en mí, se habla mucho de Borges. Y es verdad y está bien, pero mi formación más profunda no viene de ahí, si bien pueden coexistir, sino del surrealismo. Cuando veo las películas, veo que juegan sistemáticamente con cierto humor surrealista.

– ¿Por qué creés que tu manera de ver el cine y hacer tus películas es diferente de la de la mayoría de los realizadores?
– Tal vez tenga que ver con cierta timidez, muy de mi infancia. Porque a los tímidos les cuesta mucho establecer relaciones en situaciones grupales; los absorbe, se vuelven invisibles. Algunos tímidos necesitábamos desarrollar personalidades que nos permitan tener el control. Siempre sentí la independencia como una manera de sobrevivir a una familia muy complicada que tuvo muchas desgracias, a cierta soledad que generaba esa situación caótica de mi familia y a una timidez que aparecía por todo eso. Una familia enquilombada, que te vuelve solitario y eso te torna tímido. A diferencia de la mayoría de los directores de mi generación, en El Pampero somos los únicos que hemos construido un grupo, que duró diez años más que los Beatles. Entonces, ahí hay algo que tiene que ver con los amigos. Pero siempre hubo una profunda necesidad de hacerlo uno mismo sin formar parte de ninguna red. Tiene que ver con cuestiones psicológicas y una necesidad que viene de los peores momentos de la infancia, de saber que en cualquier momento uno puede desaparecer.

– Pasaron quince años de «Historias extraordinarias», ¿por qué creés que generó tal boom en los círculos cinéfilos y de gente de la industria?
– Es una película que celebra el cine y una parte del público entendió esa celebración y la comparte. Hay muchos filmes en los que ese goce del séptimo arte no aparece tanto y uno nota fastidio por cierto cine, y la voluntad es pelear contra ese fastidio, con la voluntad de celebrar, de ir en contra de lo que no nos gusta a través de la fiesta. «Historias extraordinarias» y todos los largometrajes que hice plantean formas gozosas. Entonces, el público se relaciona con el goce y no desde el ascetismo o lo intelectual y lo racional. Por supuesto que son películas de las que se puede decir que son construidas de manera compleja, pero lo que sostiene me parece que es una idea de mucha alegría.


Fuente: Télam

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