El artista transerrano José Luis Aguirre reafirmó este jueves a la noche, en el inicio del estreno bonaerense del repertorio de su reciente séptimo disco “Suelto”, su carácter de voz imprescindible de un folclore que, en un mismo y verdadero gesto, es capaz de ser territorial, lírico, testimonial y reflexivo.
Ante la coqueta y colmada sala del Torquato Tasso, a la vera del Parque Lezama porteño, el músico, autor y cantante cordobés, sacó a relucir un repertorio de su cuño, donde fue capaz de abrazar con hondura y originalidad los tópicos que tornan necesaria a la canción popular.
Dueño de un personal pulso estético, Aguirre exhibió en directo y frente a una platea cómplice y fascinada, los afluentes que constituyen su obra y que lo hacen ser, a un tiempo, tan terrenal como filosófico en un recorrido emotivo donde amores y compromiso golpean con idéntica precisión.
Como una síntesis posible de ese universo tumultuoso, atento y sensible que lo puebla, quiso abrir la velada –apenas pasadas las 22- con lo que presentó como “un poema de agradecimiento por esta compañía, que terminé de escribir hoy” y libreta en mano leyó “Tomates”, un texto sencillo y cotidiano que fue del patio materno al flagelo de los extractivismos y de la amenaza electoral a la educación pública a la confesión amorosa.
Ya en modo recital y estupendamente sostenido en un sonido impecable y en la solidez musical de sus compañeros (Juan Murúa en bajo, Luciano de la Rosa en piano y Francisco Miranda en percusión), ejecutó guitarra, ronroco y caja pero fundamentalmente cantó con una voz luminosa y afinada que invitó a meterse en cada historia propuesta.
La primera y más notable parcela de la noche que se extendió por alrededor de una hora estuvo íntegramente dedicada a “Suelto”, un conmovedor compendio de una decena de piezas que fue publicando en modo audiovisual en tres bloques de entregas durante siete meses entre fines de 2022 y los últimos días de abril de este año.
El recorrido comenzó con uno de los puntos prominentes del álbum, el introspectivo e hipnótico “Infinita danza” (“una canción que me cobije hasta el fin/hay palabras que dije y que no soy/voy a empezar todo de nuevo otra vez/hoja en blanco pa’ escribirle a un amor/Y así tranquilo habitar cada rincón/agradecer lo que el río traiga/para poder abrazar lo que es cada sol/reconocer la infinita danza”). aunque enseguida y en conjunto se puso a tono con el calor de la audiencia que acompañó con palmas “Canta canta” y “Volvé a las chapas”.
Locuaz y sonriente, explicó: “Vamos a hacer esta introducción de canciones que tienen que ver con soltar, con dejar ir, con ofrendar y también con andar como loco”, todo un crisol de sensaciones que, dijo, se originaron en el contexto pandémico y sobre el que más tarde añadió se expresaron en “canciones para darse fuerza en los momentos más difíciles”.
Con esa misma familiaridad en clave de encuentro genuino antes que en espectáculo y entretenimiento, reveló que sus instrumentos “tienen los nombres de gente que quiero” y como ejemplo de esa modalidad citó que la caja chayera que le regaló su colega riojano Ramiro González se llama Marta y al ronroco -y por quien fuera su profesor- lo denomina Roberto.
Con «Alicuco» (una lechuza del monte cordobés de altura amenazado de extinción) hizo un sutil alegato ambiental, con “Caja” expuso sus motivaciones creadoras, de la mano de «La simple piedra» expandió una anécdota de recreo familiar y gracias a «De la raíz a la piel» ligó lo existencial a la vivencia pura que acredita que, “de los lugares más ásperos, brota el agua”.
Para ir coronando ese admirable tramo del concierto, regaló la sabia, intimista y esperanzadora sentencia de «Partecitas» (“una partecita de vos voy a llevar donde vaya/el recuerdo luminoso/que dejaste en la ventana/si cuando abriste los brazos volaste por la montaña”), antes de un cierre de mayor portento rítmico donde entonó «Mi luz compañera» y «Candombe de los parientes».
Inmediatamente y como puente a una segunda parte orientada a sus temas más conocidos y de marcado carácter estilístico folclórico, anunció el inicio de la modalidad de “invitar al escenario a alguien del público”, momento deudor de los talleres de canciones a distancia que ofreció durante la pandemia que hizo que Alberto (un porteño bailarín de tango) pudiera cantar un par de piezas de su autoría y que este viernes a la noche en La Plata sumará a un dúo femenino también participante de esos espacios virtuales.
El menú nativo dispuesto disparó al público a ocupar los no muy amplios espacios disponibles entre las mesas del salón para desatar el baile a partir de obras entre las que se contaron el gato cuyano “Si fuera pajarito”, la tonada serenatera “De luna y jazmín», el «Bailecito para iluminar», «Huaynavalito», la «Chacarera de la Tía Rosa» y hasta el cuarteto de “Tranquilo pero con fiesta”.
Pero también entonces hubo lugar para el alegato comprometido “abrazando a toda la lucha campesina” que la muchedumbre cantó a voz en cuello acompañando la trilogía integrada por la zamba «Repechos del guadal», la chacarera «La del sin tierra» y «Monte es libertad».
La breve serie de presentaciones locales de Aguirre, un creador que evita las marquesinas y camina por los bordes de la escena con una natural convicción, se concretará desde las 21 de este viernes en el Centro Cultural Los Lobos de La Plata (Av. 13 N°70 entre 527 y 528).
Fuente: Télam
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