Sin perder de vista el groove que caracteriza su música desde hace 32 años, cuando en su adolescencia irrumpió en escena en sociedad con Dante Spinetta con Illya Kuryaki and the Valderramas (IKV), Emmanuel Horvilleur apostó a un orgánico sonido «más aterciopelado» a la hora de mostrar su esencia musical con «Aqua di Emma», la nueva producción que lleva su firma y será presentada en vivo el próximo sábado 30 de septiembre en el porteño Estadio Obras, en un concierto que dará inicio a una gira nacional.
«Cuando apareció el nombre del disco, que no fue al principio, fue una guía grande para terminar de definir las canciones que iban a conformarlo, las que tenían que ver con este perfume que nos imaginamos, esta esencia. Yo juego un poco a que es mi esencia el `Aqua di Emma», resumió el músico en diálogo con Télam al definir el concepto que rige el disco.
En cuanto al plano sonoro, amplió: «En otros momentos de mi carrera hice discos muy eclécticos. Esta vez tenía ganas de hacer un disco más circunscripto a un sonido, a una sensación de cosa más aterciopelada, más romántica. Obviamente, nunca perdiendo de foco el groove, el funky, el soul. Eso me interesa siempre tenerlo, pero este es un disco más ‘abrazador’. Hay unas atmósferas intensas de teclados y unas líricas que profundizan en ese pequeño planeta».
En efecto, «Aqua di Emma» resulta un completo compendio de la extensa trayectoria de Emmanuel Horvilleur y esto se refleja no solo en lo referente a la música, sino también en las líricas en donde conviven elocuentes títulos como «Yo soy la disco», «G.I. Joe» junto a Miranda!; o «Abrazarnos» en colaboración con su hermano Lucas Martí.
En ese «pequeño planeta», según sus propias palabras, también hay espacio para la sensualidad de «Prendan ese mic», un corte con estirpe jazzy en el que participa Carlota Urdiales; y «Boca», en donde aparece como invitada Francisca Valenzuela.
La placa, coproducida con Cítrico (Marco Otranto), que contiene diez canciones y sucede a «Pitada», un registro audiovisual de 2021 con versiones acústicas de sus clásicos, será mostrada en vivo el próximo sábado 30 en Obras, en un concierto que además recorrerá toda la historia musical del protagonista.
«Va a ser uno de mis shows más importantes como solista, con banda agrandada, coros femeninos, invitados especiales. Está todo dado para que sea una fecha grosa, dorada. Va a tener un poco de todo porque también son los 20 años de `Música y delirio´, mi primer disco solista, más mis años en Kuryaki. Va a ser un show bastante pop y va a tener algo de esa parafernalia», anticipó,
El 6 de octubre la placa será presentada en La Trastienda, de Montevideo; y luego se pondrá en marcha una gira nacional que pasará el 20 de ese mes por el Teatro Ópera de La Plata, el 3 de noviembre llegará a la Sala de Las Artes de Rosario y al día siguiente se replicará en el Club Paraguay de Córdoba.
El periplo continuará el 5 de noviembre por Tribus Club de Arte de Santa Fe, el 9 por Quattro Club de San Juan, el 10 por Nave Cultural de Mendoza y el 11 por Ccc de Cipolletti.
En medio de los preparativos de su show en «El Templo del Rock», Emmanuel Horvilleur desmenuzó el concepto de «Aqua di Emma» y, entre otras cosas, se refirió a la influencia de su música en las generaciones más jóvenes.
Télam: ¿Cómo fue el proceso entre «Pitada» y este «Aqua di Emma?
Emmanuel Horvilleur: El proceso del disco viene de antes de «Pitada», que fue algo que surgió en la pandemia como para acallar un poco la ansiedad por no poder hacer música en el estudio y al final nos sorprendió porque nos fue re bien. Aunque no tenía el título, venía trabajando en las canciones desde febrero o marzo de 2020. Incluso hay una canción más vieja aún, «Espíritu del lugar», que quedó fuera de «Xavier» (2019) porque era una canción difícil de dejar en el punto en el que la dejamos ahora, una pequeña obra en tres partes. Necesitábamos más tiempo. Es un disco que se dejó pausado por la pandemia y cuando nos pudimos juntar, lo retomamos. Tenía como 30 canciones que fueron surgiendo en la búsqueda de estos años. Había algo que se despertó un poco en la pandemia en mí que era otra tipo de puerta que abrí para que entren otro tipo de canciones, más románticas. Eso se ve en «Aqua di Emma».
-Pareciera ser un disco que resume tu esencia musical como ningún otro. ¿Lo sentís así?
-Creo que este disco me define y creo que otros discos me han definido también, porque los discos marcan épocas. Este disco marca esta época mía y cada disco representó cada época. Por ejemplo, se están cumpliendo 20 años de «Música y delirio», que fue mi primer disco solista, y marcó mi vida en ese momento post Kuryaki, post crisis del 2001, post crisis propia. Cada disco me representó bien en su momento y este representa muy bien este momento.
-Es una producción muy orgánica. ¿Se dio naturalmente o hubo alguna toma de postura que llevó a que tenga este sonido?
-No lo leo como una postura cuasi política, por decirlo de alguna manera. «Pitada» fue el maximum orgánico y ahora hicimos «Aqua di Emma» usando muchas baterías de máquina, pero después las reemplazamos por la batería humana, aunque por una cuestión estética. A mí me gustan las programaciones porque ahí también estás dejando tu impronta, no es que eso lo hace un robot. Programar beats y baterías puede tener mucho de cosa orgánica y eso también es un arte, pero para este disco terminé sacando la batería programada y poniendo un baterista porque me gustaba el sonido, no por nada más.
-También hay mucha participación familiar. En los videos están tu hijo André y tu pareja; y hay un tema escrito junto a tu hermano Lucas. Imagino que es distinta la labor en aquellos casos que con tu hermano, que es un compositor con carácter propio.
-Me gusta, se disfruta compartir. Son diferentes encares. Con André se da un intercambio igual que en las charlas. Con Evan también, vivimos juntos, nos ponemos a jugar y de ahí surgen cosas. En ambos casos, no es que nos ponemos a trabajar. Pero con mi hermano es otra dinámica, no es un trabajo fácil porque cada uno tiene su propia impronta. Él tiene un mundo propio en sus temas solista y me encanta, soy su fan. Buscamos un punto medio porque hay cosas que nos unen en la música que escuchamos de niños. Tiene su personalidad pero a la vez podemos buscar un lugar en común y se llega a algo que está bueno. «Abrazarnos» es el ejemplo de eso.
-¿Sentís que la escena actual de la música urbana es un poco deudora de IKV?
-Eso nos lo han dicho y obviamente puede tener algo de cierto. No que deban nada porque no creo que en la música unos le deban a otros, sino que uno se ve influenciado por la música que le gusta. Es un intercambio de la energía y la data, que es parte de la música. Pero sí veo que algo que arrancó IKV ahora es moneda mucho más corriente. También el aporte de IKV fue el de hacer una música libre; no solo hacer rap en argentino, sino mezclarlo con otras música, otros colores, y crear una música única. Desde ese lugar, me cuesta más escuchar músicas que se destaquen, que sean totalmente diferentes entre sí; aunque hay una escena muy rica en este momento.
-Pero así como cuando apareció IKV había determinados «padres musicales», es indudable que IKV es un «padre musical» para toda una generación; una suerte de «próceres» para ellos.
-Hace unos meses toqué con Bandalos Chinos, entonces fui a la prueba de sonido y sentí al toque la naturalidad de estar entre colegas. Tomamos algo, hablamos de guitarras, de fútbol, de lo que sea. Hasta que uno de los chicos me dijo: «Es re loco que estés acá porque cuando yo era chico, volvía del cole y escuchaba los discos de los Kuryaki». Eso me hizo tomar dimensión de eso pero, por mi propia personalidad, no lo tengo muy en cuenta. Tal vez porque veo que son pibes grandes con los cuales comparto el tocar música. No me convierto en prócer porque me gusta mucho más el papel de colega, de compartir y de seguir aprendiendo de ellos intercambiando energía y data.
Fuente: Télam
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