¿Sabías que existen los “vuelos fantasmas”? Sí, existe tal cosa y no queremos spoilear esta historia pero te adelantamos que en estos viajes no se aparecen espíritus entre los asientos ni hay apariciones tenebrosas que hielan la sangre. Pero sí podemos asegurarte que este tema parece sacado de una película de terror.
Mientras en tierra, personas en distintas partes del mundo marchan exigiendo medidas concretas para enfrentar un futuro signado por el cambio climático, en el cielo pareciera que esas demandas no aplican.
¿Qué son los vuelos fantasmas y por qué son un problema ambiental?
Como Greenpeace pudo comprobar -y luego difundir-, en Europa se realizaron más de 100.000 “vuelos fantasmas” que causaron un daño al ambiente equivalente a las emisiones anuales que generan 1.4 millones de coches.
Lo triste de la situación es que los aviones operan vacíos o con muy pocas personas a bordo -de allí que los llamen “fantasmas”- solo para cumplir con una regulación europea que data de 1993 y que se vuelve peligrosa en tiempos de crisis climática.
Esta regulación obliga a las aerolíneas a realizar al menos 80% de los vuelos que tiene reservados para asegurarse las designaciones que tienen en las mejores franjas horarias para despegar o aterrizar.
Para llegar a este cupo, la empresas prefieren viajar sin pasajeros, a pérdida, gastando enormes cantidades de combustible y generando toneladas de dióxido de carbono. Es decir, un mal negocio para las empresas y para el planeta.
Si bien durante la pandemia de COVID-19, la Comisión Europea redujo de 80% a 50% los vuelos requeridos, para marzo de este año los llevó a 64% .
Herwig Schuster, vocero de la campaña europea “Mobilidad para todos” es muy claro al respecto: “El sector del transporte es el que tiene un mayor crecimiento de las emisiones en el continente. Estos “vuelos fantasmas” no tienen sentido y son la punta del iceberg. Sería una gran irresponsabilidad de parte de Europa no terminar con esta práctica así como quitar vuelos de corta distancia donde haya conexiones de trenes de buena calidad”.
No hay tiempo para seguir demorando medidas en sectores claves como el transporte. Sin dudas, la articulación entre el sector público y el privado tiene que tener como foco cambios sustanciales que lleven a resultados contundentes de reducción de emisiones y eficiencia energética.
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