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Vicente López
miércoles 11 diciembre, 2024

el miedo a vivir sin celular

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Nomofobia: el miedo a vivir sin celular

Como si no alcanzase con los miedos existenciales, las relaciones interpresonales y la ultraderecha que avanza, la tecnología tampoco ayuda, porque ahora hay gente que sufre de miedo a vivir sin celular. En realidad no es miedo a vivir sin celular. Es más bien miedo a pasar 10 minutos sin un celular en la mano, el bolsillo del caballero o la cartera de la dama.

El trastorno se llama Nomofobia (fobia, que ya saben, y nomo, petiso con peluca y que habla con los perros en el más allá)

En lo personal, yo no le tengo miedo a vivir sin celular, si es por mi propia decisión. Si le tengo miedo a que me afanen el celular. Porque hoy tenés todo en el celular: el correo, la billetera virtual, el entretenimiento, las fotos familiares, las pruebas de la trampa, y de todo lo que hay, lo que menos me preocupa que accedan si me roban el celu, es la cuenta del banco.

Con la devaluación, vale más la funda de neoprene gastada del teléfono que lo que hay en mi cuenta bancaria. O mejor dicho: lo que había.

Otro miedo que tengo no es al aparato, sino a ciertos usuarios del teléfono celular, como los que hablan a los gritos por la calle, o los que van escuchando música con auriculares en el subte o el colectivo y que ni siquiera te escuchan cuando le preguntás: “¿Bajás?” En realidad, me tengo miedo a mi mismo, que a la segunda vez que le pregunto y no me contestan, me dan ganas de incrustarle el Smartphone por la trompa de Eustaquio.

Y si viajás en un medio de transporte público, ves a un gran porcentaje de gente haciendo algo con el celular: jugando, hablando, escuchando música, chateando, mandando mensajitos de texto, viendo videos o simplemente, de aburridos, mirando la pantalla apagada.

Yo me acuerdo cómo era antes la cosa: la gente iba leyendo un diario, una revista, haciendo crucigramas. No había necesidad imperiosa de jugar al solitario o de ver un video estúpido de TikTok. No es que no sea divertido. No había necesidad.

Y yo creo que todos esos que están pendientes del celular mientras viajan sufren de un miedo mucho peor que la Nomofobia: tienen miedo a pensar. Pero no lo puedo asegurar. Pensar no parece ser una actividad de moda.

Por otro lado, los entiendo: hoy el celular es un centro de comunicaciones y entretenimiento. Yo tengo uno que tiene 4573 funciones. Por eso lo compré. Por que era completísimo: 4573 funciones. Por suerte solo uso 4: llamar, atender, recibir y mandar mensajitos. Lo que se dice: un montón de plata a la basura. Y no es que me considere un analfabeto celular o informático. No uso las 4569 funciones restantes simplemente porque es todo tan chiquito   que no veo un pomo. Y tengo dedos grandes. Y no hay celulares con teclado XL. Por suerte mis amigos ya saben que cuando les llega un mensaje mío que dice qwertyuiop, les estoy diciendo “hola”.

Es lo que se llama un Smartphone, es decir, un teléfono inteligente. Pero tan inteligente no debe ser. El otro día se me cayó al inodoro. No nadó, no mandó un S.O.S., ni siquiera hizo “gluglú”.

Fue un día terrible. No porque me agarrara la nomofobia. Sino porque para secar un celular hay que ponerlo en un frasco con arroz. Y no sé qué vale más: si el arroz o un celu mojado.

Por supuesto que no faltan estudios sobre el tema. Leí uno, aparentemente serio, en el que decían que de 2.163 personas estudiadas, el 53% resultó sufrir de esta fobia. El 47% restante estaba hablando por teléfono y daba ocupado para preguntarles.  
Parece que los que padecen de nomofobia, si por alguna razón se quedan sin celular, o si les roban el celular, sufren una especie de síndrome de abstinencia, una especie de angustia, totalmente infundada, a menos que la que te haya robado el celu sea tu pareja.

A mi hay un solo momento en el que me da miedo estar sin celular: es cuando voy manejando por algún lugar que no conozco. Pero ahí no es miedo a no tener celular: es miedo que no haya señal de GPS y a no saber cómo volver.

Finalmente, y por suerte, debo decir que no creo sufrir de nomofobia. Porque si me olvido el celular, no me da miedo. Si no tengo saldo, no me da miedo. Eso si: lo que me da pánico, lo que me hace fruncir el tujes, es simple, es claro: cuando viene la factura.


Fuente: Télam

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