Si en su última visita de hace nueve años a nuestro país se unió a Carlos Franzetti y el recordado Leopoldo Federico para hacer lecturas desde el tango de su rico repertorio; en su regreso de la noche del miércoles en el Luna Park, la figura estelar de la salsa a nivel internacional, el panameño Rubén Blades, buceó en la estrecha relación forjada en Nueva York entre esta música y el jazz para recrear sus grandes éxitos junto a una big-band que lo acercó al swing.
Se trató de la parada argentina del “Salswing Tour!”, que la leyenda salsera lleva adelante desde hace dos años para mostrar el laureado disco que da nombre a la gira, realizado junto a un combo al estilo de las grandes orquestas de salón de la era dorada del jazz, dirigida por el bajista Roberto Delgado.
En esa tónica, tanto a través de las canciones como en sus alocuciones en cada intervalo, Blades desplegó sus pergaminos de fantástico contador de historias costumbristas en un lenguaje coloquial y coronadas con moralejas; de preciso compilador de frases populares y de sabio de barrio dispuesto a compartir sus reflexiones. Todo esto desfiló en ropajes que fueron mutando entre la picardía cotidiana, la genuina y sencilla emotividad, y la diatriba política.
En esta oportunidad, las narraciones, salpicadas de humoradas, transitaron en medio de una soberbia orquesta, compuesta por trece vientos, tres percusionistas, dos tecladistas, un bajista y un baterista, que se movió con igual soltura por los extremos de la salsa y el swing, además de mixturar sutilmente ritmos caribeños con sonoridades jazzeras.
El resultado fueron tres horas de goce pleno que mantuvieron encendida la llama iniciada hace 40 años con los fans locales, cuando el panameño debutó en suelo argentino en Obras con su grupo de entonces los Seis del Solar y Los Abuelos de la Nada como banda de apertura.
“La música de salsa en Nueva York siempre ha tenido una conexión y una asociación muy marcada con el jazz, entonces yo nunca entendí por qué razón en algunas partes encuentro gente que se extraña que tengamos inclinaciones hacia el jazz”, expresó Blades hacia la mitad del concierto, a modo de gran síntesis explicativa de su actual propuesta musical.
“Ahora mismo estamos haciendo un trabajo con Ron Carter. Miles Davis iba a grabar un solo en `Buscando América´ y no se pudo, no me acuerdo por qué. Pero hay una relación muy estrecha entre el jazz y la música de salsa de muchísimo tiempo”, ejemplificó el artista, que justamente realizó gran parte de su carrera en aquella ciudad estadounidense.
La explicitación de Blades no debería haber sido necesaria con solo escuchar la aceitada máquina rítmica en la que se convertía la big-band en los pasajes salseros y las magistrales apariciones de lenguajes jazzeros, fundamentalmente en teclados y en algunos vientos.
Por caso, el pianista Juan Berna podía pasar de ser el maestro absoluto del tumbao a ejecutar un solo a la altura de los grandes maestros del jazz; o el tecladista Luis Enrique Becerra podía convertirse en un émulo de Joe Zawinul.
Ambos mundos iban a quedar de total manifiesto en el arranque del concierto, cuando tras la festejada apertura con el gran clásico “Plástico”, que convidó al público a participar activamente sobre el final, cuando se nombran a los países latinoamericanos; el panameño dejó sola a la banda sobre el escenario para la pieza instrumental “Mambo Gil”, grabada originalmente por Tito Puente.
Aunque todavía no iba a aparecer el swing en su estado más puro, la secuencia orquestal ya dejó entrever de soslayo algunos sonidos que acercaban a Nueva York.
La seguidilla de canciones en este primer tramo mostró el perfil más comprometido de Blades y su acercamiento al sentir de las clases populares, de diferentes formas y desde distintos lugares. “Las calles” planteó una realidad barrial común a toda ciudad, “Pablo Pueblo” –con saludo incluido a Piero en el medio- evidenció la persistencia de problemáticas puntuales a pesar del paso del tiempo y “País portátil” mostró equivalencias entre aquella realidad retratada a finales de los `60 con la pintada en esta composición de 2004.
La era de dictaduras latinoamericanas fueron refrescadas con la directa “Prohibido olvidar” y “El Padre Antonio y el Monaguillo Andrés”, inspirada en el asesinato del monseñor salvadoreño Oscar Arnulfo Romero. En el medio, la pícara pintura costumbrista de “Decisiones” también hizo pie en esa temática, cuando el artista recordó que fue una canción censurada en su país.
El cierre del primer bloque del concierto fue con “Ojos de perro azul” y su consecuente recuerdo a Gabriel García Márquez, “Cuentas del alma” y “Amor y control” que viraron la temática hacia las relaciones familiares, y “Todos vuelven”, que sirvió de excusa para recordar a figuras fallecidas, en un desfile de imágenes en las pantallas al estilo de los videos “In memoriam” que suelen emitirse en las entregas de premios.
Tina Turner, Tito Puente, Celia Cruz, Harry Belafonte, Wayne Shorter, Héctor Lavoe y diversas figuras de la música caribeña fueron algunos de los artistas recordados, para luego concentrar las imágenes en argentinos, entre los que caprichosamente aparecieron Gabo Ferro, Gustavo Cerati, Luis Alberto Spinetta, Mercedes Sosa, Ástor Piazzolla, Osvaldo Pugliese, María Elena Walsh, Jorge Luis Borges, Leopoldo Federico, Marciano Cantero, Sergio Denis y los Les Luthiers Daniel Rabinovich y Marcos Mundstock.
Cada canción a lo largo de todo el concierto estuvo precedida por largas parrafadas de Blades quien, con mucho humor y una alta dosis de sensibilidad, narró historias, algunas reales y otras de dudosa procedencia, y detalló el origen de cada composición que se iba a interpretar.
Estuvieron allí sus recuerdos familiares, de viejos amores, momentos compartidos con celebridades como Bob Dylan, Miles Davis o Tony Bennett, sus anteriores visitas al país y la reacción del público en cada caso y comentarios sarcásticos sobre la función pública, ámbito en el que estuvo abocado entre 2004 y 2009 como Administrador General y Ministro de Turismo de su país.
También coqueteó con la idea de un cercano retiro de los escenarios, momento en el que apeló a una historia fantástica, para luego arribar a un hilarante remate y una simpática pero realista conclusión.
“Tuve un sueño en el que aparecieron todos mis personajes. Es cierto. No sé qué comí esa noche. El que más me asustó fue Pedro Navaja porque todos me preguntaban `¿vos te vas a ir? ¿Y nosotros?´. Y Pedro me decía: `¿Y a mí quién me va a cantar´. Así que recapacité. Lo que sí sé es que la última vez que estuve acá fue hace nueve años y en nueve años no me van a ver acá. Espero que me vean en algún otro lugar, pero ya cantando no creo”, deslizó el músico, quien está próximo a cumplir 75 años.
En la segunda parte del concierto, hubo una incursión ya bien marcada por el swing con la instrumental “Do I Hear Four?”, en donde se reforzó la idea estilística con el retiro del escenario de la sección de percusión, que incluía timbales, congas, cencerros, bongós y guiros; el bajo desplegando un “walking”, solos de clarinetes y trompetas con sordinas.
Blades se sumó para la evocación “sinatreana” de “The Way You Look Tonight” y para disfrazarse de Tony Bennett en “Watch What Happens”, tema de Michel Legrand, originalmente arreglado por Buddy Rich.
Claro que el regreso a la salsa y los ritmos caribeños fueron sin concesiones, con “El cantante”, el clásico popularizado por Héctor Lavoe –en otro momento homenaje-, “Arallué” y la personal “Paula C”. El bolero “Ya no me duele más” volvió sobre la senda del swing, “Ligia Elena” regresó sobre el costumbrismo y “Maestra vida” sonó resignificada con el paso de los años para su autor.
“No podemos irnos sin que venga este señor. La canción que me dijeron que era muy larga, que la gente iba a odiar”, lanzó Blades antes de iniciar la despedida con “Pedro Navaja”.
Luego de tres intensas horas, y muy a pesar del mismo Blades, hubo que ponerle punto final al concierto. Quedó sobrevolando si fue el último del panameño en nuestro país y, en caso que vuelva, en qué formato lo hará. Nunca se sabe porque, como bien cantó todo el estadio al unísono sobre el cierre, la vida te da sorpresas.
Fuente: Télam
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