Divisar la ciudad de El Calafate, en Santa Cruz, luego de un largo trayecto desde el Parque Nacional Perito Moreno, en el noroeste de la provincia, puede resultar una aventura lejana pero posible, tal como lo experimentó un grupo de influencers y medios de prensa que participaron del primer ‘fam press’ organizado por la Secretaría de Estado de Turismo santacruceña orientado al segmento que conforma el colectivo LGBTIQ+.
El Calafate como destino se presenta en su web elcalafate.tur.ar con el sello Todxs Bienvenidxs, como «expresión del compromiso de inclusión, generación de espacios seguros y libres de discriminación para viajeros y viajeras del Colectivo LGBTIQ+».
Y la Secretaría de Turismo local destaca en el portal el trabajo permanente «en políticas de diversidad», y la «cooperación público-privada en la creación de nuevas experiencias que sean cada vez más inclusivas para todos y todas».
«Muchos de los prestadores que hicieron los cursos de sensibilización están acá. Tenemos lo institucional, que es desde el momento en que firmamos convenios con la Cámara de Comercio LGBTQ de Argentina (CCGLAR), allá por 2009, y todas las novedades para quienes nos visiten del segmento», explicó al grupo de prensa el secretario de Turismo de la localidad, Alexis Simunovic.
Pero el atractivo mayor y más conocido en el mundo, el Glaciar Perito Moreno, no podía hacerse esperar, así que pese a un clima menos benigno que el deseado -aunque siempre hay que tener en cuenta que puede variar de una hora a otra- la consigna fue dirigirse hacia esa maravilla natural distante a un poco más de 70 kilómetros de la ciudad.
El camino hacia el glaciar, por la ruta provincial 11, bordea el Lago Argentino, permitiendo descubrir el pasaje de la estepa al bosque andino patagónico, y observar la fauna del lugar.
En el estacionamiento esperó al grupo César Bortoluzzi, guía del Parque Nacional Los Glaciares desde 2004 e integrante de la Asociación de Guías de Santa Cruz, que tiene unos 140 asociados, y que en su credencial porta el distintivo LGBTIQ+ que llevan los guías asociados.
La vista del glaciar impacta en todos los sentidos: por su inmensidad, su color blanco con vetas azuladas, el frío que irradia -desde las pasarelas se está a unos 300 metros de distancia- y el ruido que de tanto en tanto producen los desprendimientos de hielo.
Las pasarelas, impecables en su diseño y distribución, cuentan con cuatro recorridos: uno rojo, el más extenso; otro amarillo, uno azul, y por último, uno verde.
«En el principio del recorrido amarillo está el balcón de la Bandera, que es el más panorámico de todos los balcones, y ahí vamos a tomar primero una partecita del recorrido rojo, para retomar luego una parte del recorrido amarillo y empalmar con el azul, que es todo en descenso para terminar en el restaurante donde se almuerza», explicó al grupo todavía asombrado por el maravilloso espectáculo natural.
Los colores están marcados en la baranda; en todos los miradores hay carteles con información, y en todos los carteles está el mapa de las pasarelas, que son muy cómodas para caminar (como las de Iguazú) con 6 escalones y una parte plana.
«En algunas muy poquitas partes hay dos escalones de una vez, pero es cómodo para caminar, y tenemos también un recorrido accesible para gente que viene en una silla de ruedas o que no puede caminar bien. Son pasarelas sin escalón y se pasa por detrás del mapa al techo y hay rampa hasta el primer balcón que es accesible para todo le mundo. Para volver, hay un ascensor y una rampa que llega hasta acá», contó Bortoluzzi con quirúrgica precisión.
Al ver la topografía y el relieve del lugar se aprecia el buen trabajo realizado, que no data de mucho tiempo atrás, puesto que según el guía, «hasta 1988 estaba solo el recorrido amarillo y la bajadita del rojo; y a partir del 2014 se extendió el recorrido rojo, se construyó el verde, que ahora está cerrado por peligro de derrumbe de caída de árboles, de ramas; y se agregó el azul».
El Mirador de la Bandera es el punto en el que el grupo se posiciona para escuchar las explicaciones.
«Tenemos el frente sur, que se ve una parte a la izquierda (mirando de frente). El arco se forma justo debajo de donde estamos, donde se ven unos filones de piedra que asoman del agua, debajo a la izquierda. Todo el tiempo cae hielo, incluso en invierno. El glaciar se mueve todo el tiempo», detalló.
Antes de la pandemia esa pared llegaba hasta la mitad de la roca alta (el frente del glaciar) y se retiró todo eso en un par de años.
«Arriba está el campo de hielo, que es donde nace el glaciar. Son 12.000 kilómetros cuadrados de hielo que están buena parte en Chile y buena parte en Argentina. Hay mas de 30 glaciares que van bajando. Está el Lago Viedma, el Lago Argentino (El Calafate) y el Perito, que es grande como Buenos Aires mas o menos», acotó el guía.
Arriba, donde está el origen de los glaciares, cae nieve todo el tiempo, se compacta, se transforma en hielo en unos 10 años, y después empieza a bajar, a descender por el mismo peso del hielo, por la fuerza de gravedad.
Al ir bajando encuentra aire cada vez menos frío -arriba hace 15 grados menos que en donde se encuentra las pasarelas- y, al encontrarse con temperaturas no tan bajas, se empieza a debilitar la estructura del hielo, se empieza a romper y a formar grietas. El hielo va copiando el relieve de las rocas que hay abajo y si hay una subida y una bajada, el hielo sube y baja, entonces se forman las grietas.
«Cuando llega al lago, por el mismo empuje el hielo cae al agua y hasta ahora lo que venía pasando es que del frente caía la misma cantidad de hielo que se acumulaba arriba y ahora cae mas de lo que se acumula, entonces va en pérdida», puntualizó Bortoluzzi.
«En verano se mueve dos metros por día pero que se mueva hacia abajo no quiere decir que aumente el tamaño; es desplazamiento, pero no aumento de la masa. Todos los glaciares se mueven hacia abajo, pero que se muevan no quiere decir que estén en aumento en cantidad de hielo», agregó.
Bortoluzzi señaló que durante la pandemia se redujo, «y la mas notoria es la pared norte, que antes se veía la mitad de la piedra de lo que se ve ahora. Incluso esa parte negra que se ve al costado estaba tapado con hielo, es decir, se comió unos 300 metros»
La impresionante pared de hielo continúa bajo el agua unos 120 metros, por lo cual es normal que se observen pedazos de hielo que se desprenden desde abajo.
«Hasta donde está la roca roja el glaciar al moverse hacia la península en invierno cierra del todo el canal, y el canal con el movimiento del hielo se va angostando hasta que en algún momento con el hielo que cae por el paso de los meses, entre julio y octubre, lo tapa y queda sin salida aquella zona del lago, la del brazo Rico», señaló.
Esa es la única salida que tiene el agua para ir para el cuerpo principal del lago y del rio, entonces queda sin salida y el nivel del brazo Rico empieza a aumentar; y en un momento, a finales del verano, generalmente, es cuando el agua que se acumuló empieza a perforar la pared y se forma el arco de hielo, suceso que se vio por última vez en 2018.
Por otra parte, el guía contó que en el centro del glaciar la altura visible ronda los 60 a 65 metros y subrayó: «Piensen que el glaciar está avanzando hacia la península, que abajo del agua tiene un declive, entonces lo que hace en el fondo es empezar a subir la montaña donde estamos nosotros, por eso es más alto».
Otro efecto singular es la diferencia del color del agua que viene del brazo Rico, que se ve más gris, mientras el agua del lago es más celeste, porque aunque tienen los mismos sedimentos, el brazo Rico tiene más concentración por metro cúbico.
Las explicaciones detalladas permiten comprender con más precisión los procesos que se registran en el glaciar y solo resta contemplarlo; hasta que unas horas después será apreciado en toda su majestuosidad al embarcar para hacer la excursión llamada ‘Safari Náutico’, que sale del Puerto «Bajo de las Sombras», a 7 kilómetros del Mirador del Glaciar, para navegar por el Brazo Rico del Lago Argentino, en la cara sur del glaciar.
«Imposible perdernos el glaciar Perito Moreno, siempre es increíble. Caminar por las pasarelas y ver cómo se desprenden enormes bloques de hielo, vivir el Safari Náutico acercándonos desde el agua a esas paredes inmensas de hielo es una experiencia maravillosa», expresó Pablo De Luca, presidente de la Cámara de Comercio LGBTQ de Argentina.
El Calafate regaló al grupo la sensación única de conocer y saber más sobre esta maravilla natural argentina, pero la ciudad guarda, además, otra sorpresa que es tan atractiva para algunos turistas extranjeros como el propio glaciar, y merecedora de una crónica propia: la Reserva Natural de la Laguna Nimez.
Fuente: Télam
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