Por si se necesitan más evidencias de que las actividades humanas trastocaron el equilibrio del clima en nuestro planeta, mientras se cierra esta nota la temperatura se desplomó a los 12 grados en Buenos Aires en pleno febrero después días que llegaron a los casi 40°C.
Pensar que hasta hace unos años las olas de calor eran un suceso esporádico. Podíamos decir cosas como: “¿Te acordás en 2013 el calor que hizo? Y responder casi jocosamente: “Los ventiladores no daban abasto” o “Hasta los asientos del tren estaban hirviendo”.
También es cierto que desde entonces sabíamos que el cambio climático iba a hacer a estos fenómenos cada vez más frecuentes y menos tolerables. Y en estos meses ese pronóstico ya es realidad.
Hoy no hay que rememorar tiempos lejanos para evocar una ola de calor sino que basta pensar en las semanas más que recientes. Es que desde noviembre del año pasado, ya ocurrieron 8 episodios de ola de calor en diferentes zonas de Argentina.
Esta cifra es un llamado de atención porque significa que se duplicó la frecuencia de olas de calor que se venían produciendo en los años más calurosos de la última década, según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
Así las cosas, estamos viviendo el verano más caliente desde la década de los años sesenta. Se trata también del trimestre noviembre-diciembre y enero más caluroso. Como si fuera poco: el domingo 12 de febrero su temperatura más alta registrada desde 1961: 38.1°C a las 16 horas.
¿Qué es una ola de calor?
Para hablar sobre seguro, sepamos que una ola de calor es un período excesivamente cálido en el cual las temperaturas máximas y mínimas superan, por lo menos durante 3 días consecutivos y en forma simultánea, ciertos valores que dependen de cada localidad.
¿Qué relación hay entre las olas de calor y el cambio climático?
Primero dejemos en claro que sí, existe una relación entre ambos factores. Así lo ratificó a Infobae Inés Camilloni, investigadora independiente en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera, que depende de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires y del Conicet. En sus palabras: “estudios anteriores a los recientes episodios han encontrado una tendencia hacia el aumento de la frecuencia de las olas de calor en la Argentina, que está asociada al problema del cambio climático global”.
Otro aspecto a resaltar es que los registros muestran que “las olas de calor son más severas y tienen una mayor extensión espacial”, agregó la especialista.
Un ejemplo puntual de esto fue la ola vivida a principios de diciembre de 2022. En este caso la red World Weather Attribution (WWA) descubrió que se produjo específicamente por el cambio climático.
Es decir, que el calentamiento global hizo que la ola de calor récord en el norte de Argentina a principios de diciembre fuera aproximadamente 60 veces más probable. Además, influyó en que fuera 1,4 ºC más caliente.
Al mismo tiempo el estudio alertó que debemos esperar un evento similar aproximadamente una vez cada 20 años, con un 5 % de posibilidades de ocurrir cada año. Este escenario es fomentado por los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de las actividades humanas. Lo que es igual a decir que si no fuera por el cambio climático ese evento hubiera sido extremadamente inusual.
Por supuesto que ante cada nuevo evento se deben esperar los estudios pertinentes. Por eso aún es muy pronto para decir si lo vivido la semana pasada en la ciudad de Buenos Aires es atribuible 100% al cambio climático.
Lo que sí es cierto es que, como explicó la comunicadora meteorológica Cindy Fernández, del SMN: “Hay evidencia científica que demuestra que el cambio climático hace que las olas de calor sean más frecuentes y que abarquen más zonas y a más personas”.
En conclusión: al existir conexión entre olas de calor y cambio climático, frenar esta situación es aún posible. ¿Cómo? Evitando esas actividades que alimentan las emisiones contaminantes. En especial la adicción a los combustibles fósiles, de cuya explotación se basa mayoritariamente el sector energético responsable del 73.2% de las emisiones globales.
Veranos más calurosos, salud en peligro
Las olas de calor son algo serio: ponen en peligro la salud humana. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre 1998 y 2017, más de 166.000 personas murieron por esta causa.
Los grupos más vulnerables son la niñez, los adultos mayores de 65 años con enfermedades crónicas como cardiovasculares, respiratorias, diabetes y obesidad. Los síntomas a los que se prestar atención son agotamiento, dolor de cabeza y deshidratación severa. También puede dar lugar a un golpe de calor.
Otro dato para dimensionar la gravedad es que entre 2000 y 2016, el número de personas expuestas a olas de calor aumentó en unos 125 millones. La forma en que las olas de calor afectan a tantos millones es muy distinta: no es lo mismo quienes tienen agua potable y pueden permanecer en ambientes ventilados que aquellos que no tienen acceso a esas comodidades básicas.
Que las olas de calor y los eventos extremos no nos pasen inadvertidos. Son señales que deben llevarnos a la acción. Frenar al cambio climático es urgente.
Fuente: Greenpeace
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