Decía San Agustín: «Si nadie me pregunta qué es el tiempo, lo sé, pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé”. Lo mismo podría decirse sobre la definición de democracia, tan paradigmática y a la vez convertida en la mejor ley hasta ahora en cuanto a convivencia humana para regir temporalmente los destinos los pueblos.
En la fachada de todo proceso electoral hay, es obvio, teatralidad, y en bambalinas otro tipo de situaciones que, a veces poco decorosas, muestran las costuras de las verdaderas intenciones que, casi sin excepción están en las antípodas de las propuestas. En especial esas que por su lenguaje enrevesado en «temas cruciales», su ambigüedad y las trampas sacadas de la galera, devienen finalmente en todo lo contrario a lo prometido, incluso a lo jurado por Dios o simplemente por la Patria.
Si hay algo cierto es que en estas películas la presencia del votante es mínima o nula, porque el que elige es el que está sentado en la platea o en su casa. La exposición siempre es de aquellos que pujan por una elección: nunca se pone en la mira a aquel que elige u opta, conceptos muy diferentes entre sí, cuando la oferta es homogénea en cuanto a consistencia o simplemente un «es lo que hay». De esta última situación, que puede darse en algunas ocasiones, no parece que existiera todavía nada filmado.
Ganadores y perdedores, ya sean del siglo 19, cuando los países alcanzaban sus estructuras políticas que marcarían su porvenir, o del siglo siguiente, en particular las que se establecerán después de la Primera Guerra Mundial, aparecen en el cine estadounidense más que en cualquier otro. Sin embargo. y por cuestiones socio-políticas singulares que el público argentino ve con cierta distancia, mientras que las propuestas locales abordan el tema con sus singularidades y algún guiño de humor.
En esta selección que arranca al iniciarse la década del 60, es decir la segunda mitad de la historia del cine, se enumeran las producciónes de la cinematografía estadounidense más difundidas antes en VHS y DVD y ahora en plataformas, así como un repaso de los que surgieron de los primeros tiempos del sonoro que también son muchas veces accesibles, y las del cine nacional, que arrancan en 1959, cuando en Argentina se iniciaba, aún con proscripciones,un nuevo capítulo democrático.
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«Todos los hombres del rey»
(«All the King’s Men») En sus dos versiones, la primera de 1949 y la segunda de 2006, la original de Robert Rossen ganadora de tres premios Oscar, entre ellos el de Mejor Película, con Broderick Crawford y John Ireland y la remake de Steven Zaillian, que fuera guionista de «Pandillas de Nueva York» y «La lista de Schindler», entre más, con Sean Penn, Jude Law, Kate Winslett y Anthony Hopkins.
«Todos los hombres del rey» (1949)
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Las dos están basadas en la exitosa novela homónima de Robert Penn Warren, ganadora del Premio Pulitzer, que narra la ascensión y caída de un honrado y carismático gobernador de Louisiana y su lucha contra la corrupción política en la que él mismo terminará atrapado a través de una visión sombría y corrosiva acerca del tema, tan común en este universo.
«Todos los hombres del rey» (2006)
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Los contextos muy diferentes, uno el de la posguerra, el segundo de la turbulencia financiera que iniciaría un periodo de gran incertidumbre se complementan perfectamente con la trama y el personaje que lucha contra el pecado y la culpa, ejes que ambas ponen en la mira.
«The Manchurian Candidate»
(Versiones de 1962 y 2004) La primera la dirigió John Frankenheimer, y la protagonizan Frank Sinatra, Laurence Harvey y Janet Leigh (puede verse por Filmin). La segunda es de Jonathan Demme, tiene como figuras centrales a Denzel Washington y Meryl Streep (Amazon Prime).
«The Manchurian Candidate» (1962)
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Un soldado capturado durante la Guerra de Corea, el sargento Raymond Shaw, ex prisionero y ganador de la Medalla de Honor, tras su lavado de cerebro en la Guerra Fría se lanza como candidatoa gobernador; en la remake el oficial que regresa a casa de la Guerra del Golfo controlado mentalmente, se convierte en candidato a presidente. La película aborda la paranoia y el poder en la política.
«The Manchurian Candidate» (2004)
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Publicado en 1959, el best seller de Richard Condon. resultó una singular vivisección acerca de la política estadounidense que logró superar el paso del tiempo por mérito propio, obra de un autor siempre ocupado en desentrañar lo que se esconde detrás del poder confesó que escribió porque «me gustaría que la gente supiera en profundidad cómo la traicionan sus políticos».
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«Mentiras que matan»
(«Wag the Dog», 1997) La dirigió Barry Levinson, que ya había alcanzado la fama con «Good Morning, Vietnam», «Rain Man» y «Bugsy», con Dustin Hofman, Robert De Niro y Woody Harrelson (por Amazon Prime Video).
«Escándalo en la Casa Blanca» (1997)
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El guion es de David Mamet, recordado por los de «El cartero llama dos veces», «Los intocables» y «Nunca fuimos ángeles», entre otros, quien pone el acento en diálogos memorables entre personajes que al mismo tiempo son la síntesis perfecta de estereoripos que abundan en el detras de escena de la alta política y el ritmo que le imprime, le da un particular vértigo al todo.
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«Bulworth»
(Idem, 1998) Warren Beatty cumple con la doble función de dirigir y protagonizar esta idea, que comparte delante de cámaras con Halle Berry, Paul Sorvino y Jack Warden
La película critica la hipocresía en la política y la falta de autenticidad y de hecho se mete con la idea de que asegura existe una sustancial diferencia entre demócratas y republicanos, mostrando esa dicotomía como un acting «para quienes lo miran por TV» y que en verdad son títeres del poder multinacional, y que en verdad a ninguno de los dos les preocupa que las clase media se vaya cada vez más a pique.
No es casual tampoco que, ideologicamente hablando, Beatty haya sido director y protagonista de «Reds» mucho antes (en 1982), acerca de la historia del escritor norteamericano John Reed autor del libro «Diez días que conmovieron al mundo«, una suerte de diario de la Revolución Rusa de 1917, y el ascenso al poder del Partido Comunistaen ese país.
«La trampa»
(«Election», 1999) La dirigió Alexander Payne, con Matthew Broderick y Reese Whiterspoone (puede verse por MUBI). En esta comedia negra, un maestro de secundaria se enfrenta a una estudiante ambiciosa en una contienda por la presidencia del consejo estudiantil. La película ofrece una crítica mordaz de la política y la corrupción a pequeña escala.
Es la historia de Tracy, una estudiante en vísperas de terminar el colegio secundario que aspira a representar a sus compañeros en el centro que los nuclea, pero esa decisión se opone a la de su docente, quien conoce el hecho que unió a la jovencita con su predecesor en el cargo (una relación que terminó con la carrera del educador), y para no caer en similar enamoramiento, propone a otro alumno, deportista lesionado y muy popular.
La trama se complica y sirve para mostrar cómo detrás de una simple elección de representantes estudiantiles puede esconderse una trama mucho más compleja, una historia narrada al mejor estilo de Payne.
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«La conspiración»
(«The Contender», 2000) La dirigió Rod Lurie, y las figuras centrales son Joan Allen y Gary Oldman.
«La conspiración» (2000)
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Pero no solo sus diálogos y pujas son trascendentes porque también hay actores de fuste que logran su cometido, mostrando personajes que también son detectables en los ámbitos de los comités y las mesas de discusión, como Gary Oldman, Jeff Briges, Christian Slater, William Petersen y Sam Elliott.
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«Milk»
(2008)La dirigió Gus van Sant, con Sean Penn y Josh Brolin.
Basada en la vida del activista Harvey Milk, esta película dirigida por el siempre trasngresor Gus van Sant, sigue su lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ+ y su elección como supervisor de San Francisco, que lo convirtió en el primer hombre abiertamente homosexual en ocupar un cargo público, una mirada inspiradora a la política progresista.
Milk tuvo una larga lucha por la no discriminación sexual en una sociedad abiertamente conservadora, y muy a pesar de haber logrado un puesto importante en materia de representación, siguió siendo perseguido por sus pares, siendo derrotado en cuanto a su postura integradora de fuerte arraigo social, hasta finalmente terminar asesinado a sangre fría, el 27 de noviembre de 1978.
«Un papá muy poderoso»
(«Swing Vote», 2008)La dirigió Joshua Michael Stern, con Kevin Costner (también productor), Paula Patton, Madeline Carroll, Kelsey Grammer, Dennis Hopper y Nathan Lane.
Un hombre común de Nuevo México, al que le gusta le cerveza, se convierte en la persona más importante del país cuando su hija muy adelantada para su edad, lo convence concurrir al sufragio y su voto devione el que decide la elección presidencial entre los dos contrincantes.
«Un papá muy poderoso» (2008)
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«Nos parecía que era importante escribir algo que tuviera algo de sentido más allá del simple factor de entretenimiento de toda comedia» -comentó el director-. «Nuestro objetivo estribaba en escribir una película sobre un padre y una hija. La locura política y el caos casi que devenía una historia secundaria». La película resalta la importancia del voto individual en la democracia, con había ocurrido durante las elecciones de 2000, en las que ganó en forma confusa George Bush Jr. a su contendiente Al Gore.
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«Poder y traición»
(«The Ides of March», 2011) La dirigió George Clooney, con las actuaciones de Ryan Goslin, George Clooney y Paul Giamatti.
Un asesor de prensa se ve envuelto en una trama de traición y engaño durante las elecciones primarias trabajando con un gobernador candidato presidencial demócrata, interpretados por Ryan Gosling y George Clooney, respectivamente. La película muestra cómo los ideales pueden chocar con la ambición.
«Poder y traición» (2011)
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«Locos por los votos»
(«The Campaign», 2012) La dirigio Jay Roach, con actuaciones de Will Farrel y Zach Galifianakis.
«Locos por los votos» (2012)
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Uno es congresista demócrata que va por su quinto mandato, pero el vínculo con una de sus seguidoras arruina el plan cuando el mismo deja un mensaje con contenido sexual en un teléfono que no es el correcto, un hecho aprovechado por sus enemigos para un multiplicidad de carpetazos, que con semejantes protagonistas -Will Ferrel y Zach Galifianakis-, resulta un disparate.
Siguen siendo relevantes a lo largo del tiempo, ya que los temas de la política sucia, la manipulación mediática y la lucha por la integridad son cuestiones perennes en la sociedad. La diversidad de géneros, desde la comedia hasta el drama, permite que estas películas atraigan a una amplia audiencia y sigan siendo discutidas y apreciadas por generaciones futuras.
En la medida que la política sigue siendo un tema candente en la sociedad, cada una de estas tramas continúan proporcionando una lente crítica para analizar y reflexionar sobre este universo, y su impacto es perdurable.
Media docena de clásicos
Estas películas -desde comedias hasta dramas intensos- continúan siendo discutidas y analizadas en el contexto de los eventos políticos contemporáneos, lo que demuestra su influencia en la forma en que la sociedad percibe y entiende la política. Con frecuencia, estas películas se utilizan como herramientas pedagógicas en la enseñanza de la política y la ética, lo que aumenta su importancia como medios para transmitir lecciones sobre la democracia y la ciudadanía responsable.
1. «El despertar de una nación» («Gabriel Over the White House», 1933).
Dirigida por Gregory La Cava hace 90 años, con Walter Huston y Franchot Tone, producida por William Randolph Hearst, el que inspiró «El ciudadano» (1941), de Orson Welles.
Judson Hammond es un presidente estadounidense que tiene un cambio de personalidad al sufrir un accidente automovilístico y se convierte en un líder autoritario inspirado por el arcángel Gabriel y el espíritu de Abraham Lincoln, que busca reformar el país, logra terminar con la desocupación y la paz mundial, no obstante algo inesperado frena el sueño.
Dirigida por Frank Capra, con Jean Arthur, James Stewart y Claude Rains, sigue a un hombre común que es nombrado senador y lucha contra la corrupción en Washington. Su mensaje sobre la integridad y el poder del individuo en la política sigue siendo vigente y relevante.
3. «El gran McGinty» («The Great McGinty», 1940)
Esta comedia dirigida por Preston Sturges, con Brian Donlevy, Muriel Angelus y Akim Tamiroff, narra la historia de un hombre que sube al poder político durante la Gran Depresión a través de la corrupción y luego busca redimirse. Ofrece una sátira aguda sobre la corrupción en su país y sus consecuencias.
4. «El ciudadano» («Citizen Kane», 1941), de Orson Welles, con el mismo y Joseph Cotten.
Es considerada una de las mejores películas de la historia del cine por más que se intente, y se mantiene sólidad a través del tiempo, en todos sus aspectos cinematográficos y en todos los argumentales, la historia de un self made man que de ser periodista se convirtió en magnate del rubro y un hombre muy poderoso, construido con el modelo de Wiliam Randolph Hearst.
El muy joven Orson Welles, proveniente del teatro radial, logró una opera prima imbatible, en la en un momento de la historia del protagonista, interpretado por él mismo, se postula para gobernador y a pesar de todo lo que invierte en marketing termina derrotado, no antes de ser definido por unos y otros como fascista y nazi o comunista.
El episodio, uno de los muchos del relato, tiene entidad propia y resulta, como toda la obra, una joya, un diamante de los muchos que la conforman y que siguen reluciendo para todos aquellos que la vieron o quienes tienen la oportunidad de descubrirla y recibir una clase de cine con mayúsculas, no es exagerado sentenciar, de esas que no se consiguen en ninguna escuela del planeta.
Otra obra del inimitable Frank Capra, esta película cuenta la historia de un hombre que amenaza con suicidarse como protesta y se convierte en un símbolo de esperanza para la nación. Explora temas de manipulación mediática y la influencia de los medios en la política.
6. «El mejor candidato» («The Best Man» (1964). Esta película dirigida por Franklin J. Schaffner, según un libro de Gore Vidal, con Henry Fonda y Cliff Robertson, se centra en la lucha por la nominación presidencial de un partido político y los dilemas éticos que enfrentan los candidatos. Ofrece un retrato crítico de la política partidista y la búsqueda del poder a toda costa.
¿Y por casa cómo filmamos?
El cine argentino también incursionó en el tema un puñado de veces, la mayoría en un segundo plano. Películas de géneros y ámbitos muy diferentes, en un listado que arranca en 1959 con «El candidato», de Fernando Ayala, según textos de David Viñas, y que termina más recientemente con «El estudiante», de Santiago Mitre, en la que el tema es el ascenso de un delegado en un proceso eleccionario de un centro de estudiantes universitarios.
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«El candidato»
(1959) El director Fernando Ayala junto a la idea aportada por David Viñas, toma como eje a un viejo político que había renunciado a su banca por cuestiones éticas es convocado por su hijo para volver a la carga, y esa excusa argumental sirve para exponer los entretelones.
Si ben es una de las primeras propuestas de su extensa filmografía, la quinta en orden cronológico, Ayala demuestra tener igual pulso a la hora del encuadre que había mostrado en «Los tallos amargos» o en materia política «El jefe», también escrita por Viñas, pero no alcanza el rigor narrativo de aquellas, quizá por no profundizar en el tema y quedarse en lo superficial.
Sin embargo propone algunas observaciones acerca de la que en aquel tiempo empezaba a considerarse como la vieja política del caudillismo y la falta de coraje para avanzar en un panorama político todavía atravesado por las proscripciones, proponiendo una serie de dilemas éticos que vistos en la perspectiva del tiempo parecen demasiado inocentes.
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«Juan Moreira»
(1973) «Vago y mal entretenido», como rezaba el comunicado que pedía su captura, el personaje de esta obra maestra de Leonardo Favio sobrevive de changas, entre muchas la de servir a políticos de su tiempo en elecciones todavía muy turbias previas al proceso democrático que comenzaría en el siglo XX.
Y ahí se lo ve a Moreira (Rodolfo Bebán) peleando por una paga que le niegan, por la que termina en un cepo, y luego en una revancha que lo lleva a empuñar un facón o un trabuco naranjero, que no tiene miedo de clavar o disparar a pesar de sus consecuencias,
El momento parece anecdótico en una trama que presenta múltiples aristas pero sin embargo Favio subraya la corrupción política que sirve para mostrar que en un universo como ese público, por solidaridad, puede identificarse con el antihéroer, no en esos hombres mejor vestidos y hablados que esconden miserias mucho más que significativas
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«Las mujeres son cosa de guapos»
(1981) En esa comedia picaresca dirigida por Hugo Sofovich, el más talentoso en materia de guiones de los dos hermanos, se cuenta la historia de dos peones de campo –Alberto Olmedo y Jorge Porcel– que se suman a las filas de un caudillo político (Javier Portales), y se relacionan con dos prostitutas de alto nivel (Susana Giménez y Moria Casán).
La película fue rodada en 1981, durante la dictadura cívico militar y antes de la Guerra de Malvinas, lo que daría pie a un nuevo capítulo de apertura democrática que concluiría dos años después con el triunfo de Raúl Alfonsin.
«Las mujeres son cosas de guapos» (1981)
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«El candidato»
(2011) De Daniel Hendler, con Diego De Paula, Ana Katz y Matías Singer. La película se centra en la vida de Martín Marchand, un joven político novato que, al principio, parece estar lejos de ese mundo, trabaja como arquitecto, pero su vida da un giro inesperado cuando se ve envuelto en una campaña local en su barrio. Lo que inicialmente parece ser una mera coincidencia se convierte en una oportunidad que no puede resistir.
Así se une al candidato oficialista de su partido en la carrera por un lugar en la legislatura porteña. y a medida que la campaña avanza, se sumerge en ese universo, enfrentándose a dilemas éticos, cálculos estratégicos y la presión de los veteranos.
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«El estudiante»
(2011) Para su debut como director él hasta entonces guionista Santiago Mitre, eligió una historia ambientada en una universidad, más precisamente en la carrera de Letras. Uno de sus alumnos (interpretado por Esteban Lamothe), poco afín a prestarle atención a los estudios, opta por dedicarse a entender los tejes y manejes de los centros universitarios y su relación con la política.
Mitre al igual que Mariano Llinás hace un análisis descarnado, una radiografía pura y dura de qué es lo que ocurre detrás de la escena visible a sus compañeros de estudio, quizás como nunca antes el cine nacional pudo mostrar las bambalinas de un proceso democrático en este caso dentro de un ámbito universitario.
Para el director significó un gran triunfo porque más allá de su producción independiente logró que la película fuera elegida por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina para pujar por el premio Oscar de la Academia de Hollywood al igual que concentró buena parte de los Premios Sur de la misma entidad y de los Cóndor de Plata de la crítica especializada.
Fuente: Télam
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