Gustavo Pardi es el responsable de una sobria y ajustada puesta de «El zoo de cristal», el clásico de Tennessee Williams, que se está presentando los martes a sala llena en el Teatro del Picadero.
Con actuaciones robustas y consistentes de Ingrid Pelicori (Amanda Winfield, la madre), Agustín Rittano (Tom), Malena Figó (Laura), y Martín Urbaneja (Jim O’Connor) y sobre una versión de Mauricio Kartun, la obra no deja de presentar algunas dificultades.
La primera sea, acaso, el paso del tiempo, algo del clima de época que pone en juego y los conflictos que desarrolla «El zoo de cristal» parecen, de a momentos, haber quedado atrás en el torbellino de novedades y nuevas discusiones con las que propone dialogar el presente.
Quizás algunos lo agradezcan pero a otros no les suene tan convincente la idea de «representación» que lleva implícita la propuesta, casi una imposibilidad natural de atravesar las convenciones para situarse en un lugar más cercano a las interpelaciones y los reconocimientos.
El otro elemento que puede generar algún que otro ruido y que, dado el material y su popularidad, es casi insalvable, es la traslación de lugares y citas, como el antiguo Sur de los Estados Unidos y las características que ese mundo pudiera llevar implícitas de solo nombrarlo, del cual la obra evoca fuertes ecos, difíciles hoy de seguir escuchando.
Cuando sobre el comienzo Amanda se explaya sobre sus «diecisiete candidatos» o pretendientes y habla de Champ Laughlin, Hadley Stevenson, que se ahogó en el lago Moon, Bates y Fitzburg el buen mozo, es difícil, otra vez, sustraerse de la pura representación.
De qué manera nombrar esos apellidos, cuál sería la forma de anclar esos personajes en el lenguaje de una obra que se representa en Buenos Aires en 2023, es un interrogante acaso imposible de responder.
Algo de «su mundo arrasado del Sur» que expresa Amanda Winfield y que es uno de los soportes del texto, quizás sea imposible rescatar o haya quedado demasiado lejos como referencia histórica y cultural en el presente.
Objeciones o comentarios al margen de algún inconformista crónico, la puesta es severa en cuanto al conocimiento del material con el que trata, limpia, ajustada, corre con facilidad y sin tropiezos y se desarrolla sin obstáculos en sus más de 100 minutos de duración, que nunca parecen muchos.
Pelicori da pie a una Amanda atrapada en la verborragia que intenta tapar una angustia siempre a punto de detonar, ella es un personaje llamado a ocultar aun con los filosos estiletazos que de a momentos propina, como única forma de la supervivencia.
En ese punto la actriz a la que el año pasado se vio en «La débil mental», es casi inigualable, la capacidad de ocultar en medio del ruido que genera su cabeza y al que somete a todos, es perfecto.
Del lado de los hijos, Tom, protagonista y narrador que propone «El zoo de cristal», acaso un alter ego de Williams en la primera obra que lo dotó de una popularidad y prestigio que no abandonaría hasta su muerte, es notablemente interpretado por Rittano, en una suerte de «tour de force» en la que en forma larvada pone en juego infinidad de recursos, siempre solapados y casi silenciosos.
Malena Figó da sensibilidad lograda a su frágil y partida Laura y Urbaneja juega con sobrado criterio su expansivo personaje, siempre al borde de la farsa.
La escenografía es ajustada, sutil y convencional y. la música y la iluminación son otros de los hallazgos de la puesta que le permiten de a momentos respirar por encima de la superficie de lo conocido.
No pasa desapercibido el tejido artesanal que Pardi realizó sobre la obra para que discurra en una placidez que la platea agradece y premia al finalizar la función.
Con diseño de vestuario de Julio Suárez, diseño de escenografía de Cinthia Chomski, diseño sonoro y música original de Silvina Aspiazu, diseño de Iluminación de Horacio Novelle, producción artística y ejecutiva de Alejandra García, dirección de arte de Stella Maris Santiago, asistencia de Producción de Glenda Aramburu, asistencia técnica de Ramiro García Zacarías y Matias Noval, y asistencia de dirección de Carolina Krivoruk, «El zoo de cristal» ofrece funciones los martes a las 20 en la sala del Pasaje Santos Discépolo 1857.
Fuente: Télam
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