«Decile que soy francesa», obra de Gabriela Bianco -basada en su propia historia como hija de padres sordos-, apunta a mostrar desde el humor la mirada singular del crecimiento y «la soledad ante lo inentendible» de una niña, hoy adulta, que se podrá ver desde este viernes a las 20 en teatro porteño Área 623.
En diálogo con Télam, la autora, actriz, docente y directora, quien desde hace 30 años investiga en la relación entre escena y lenguaje de señas, inspirada por la visión de la antropología teatral, habló de la segunda temporada de esta pieza accesible para personas sordas, escrita por ella misma y codirigida junto a Daniel Cinelli.
Consultada acerca de qué papel juega el humor en la narración de los hechos, Gabriela dijo que es central para transitar el relato: «Está presente en casi todo. La mirada sin juicio de la niña, su zozobra, sus preguntas, su soledad ante lo inentendible y lo absurdo. El encuentro entre la ‘normalidad’ de un mundo doméstico que es atravesado por el prejuicio y el desamor, jugado con el humor que despiertan las propias anécdotas tanto en el cuerpo de la niña como en la adulta».
«Acercar lo extraño – continuó-, lo extranjero, para traer consciencia sobre los efectos del miedo, la indiferencia y la sobreadaptación de ciertas infancias. El humor es central para transitarlo».
«Decile que soy francesa», que tendrá funciones los viernes a las 20 de junio y julio en la sala porteña ubicada en Pasco 623 y está protagonizada por Gabriela y Daniela Fortunato Lynch (actriz señante), propone al espectador la posibilidad de ser testigo de un universo peculiar, el mundo sordo, que plantea ¿dónde reside la discapacidad habiendo lenguaje de señas?.
En la pieza, la escena está habitada por dos personajes: La adulta y la adulta niña. La historia se va contando entre ambas, mediante dos lenguas que se resignifican mutuamente en una rica maquinaria teatral, que va construyendo una poética escénica que suma a la lengua de señas como un elemento dramático y estético potente.
La trama se desata cuando la protagonista vuelve al club social de personas sordas donde transcurre su infancia y su adolescencia en torno a la música y la pista de baile. Evoca a la niña que fue y juntas, en sus dos lenguas, reconstruyen las formas de relación que sus padres sordos gestionan en el hogar y afuera, en el mundo de los oyentes. La mujer-niña, la que oye en el mundo de los que escuchan con los ojos, revela universos que por su condición se derraman de los límites de lo considerado norma.
«El resultado fue muy interesante porque en este trabajo dramatúrgico de la puesta encontramos que la obra crece y multiplica sus sentidos, en manos de las dos actrices con dos lenguas que dialogan o se superponen pero no se traducen entre sí.»Gabriela Bianco
«Esta obra es memoria llevada a escena, una historia parecida a la de tantos hijos e hijas de personas sordas que da cuenta de la singularidad, el dolor y la valentía de percibir el mundo desde oídos prestados -los míos- y desde ojos ávidos de sentido, los de ella y él», sintetiza la autora, quien actualmente y desde 2021 coordina un laboratorio de creación escénica en Lengua de Señas Argentina (LSA) en el Teatro Nacional Cervantes con personas sordas.
-¿Cómo surgió en vos la idea de llevar tu propia experiencia de vida a este biodrama que titulaste «Decile que soy francesa»?
-Trabajo en el campo de la escena hace más de 30 años, como actriz, autora, docente y directora. Paralelamente y durante más de 20 años me dediqué a transmitir la lengua de señas, especialmente en su vínculo con la actuación, por su naturaleza arraigada en el movimiento y la acción física. El contacto con la antropología teatral fue nutriendo a lo largo de los años una visión del teatro con lengua de señas despegada del uso cotidiano y de su función comunicativa. Hacía mucho tiempo que tenía la necesidad de compartir por escrito experiencias de hijas e hijos de personas sordas, tomando como punto de partida mis propios recuerdos. No estaba muy convencida de que eso pudiera ser interesante en términos artísticos hasta que en un taller de dramaturgia, con el chileno Marco Antonio de la Parra, encontré estímulo y confianza para darle forma teatral a la historia. Tanto él como las y los compañeros del taller se entusiasmaron mucho con el material. Y entonces finalmente la escribí y encontré el equipo artístico para llevarla a escena.
–¿Qué proceso de trabajo implicó este desafío de compartir escena con otra actriz señante ?
GB: Al principio pensábamos que la voz del texto dividida en dos modalidades, la niña y la adulta, podía ser encarnado solo por mi única presencia, alternando los personajes. Así fue la versión unipersonal. También teníamos claro que queríamos hacer algunas funciones intervenidas en LSA para abrir la propuesta a las personas sordas. Para eso convocamos a Daniela Fortunato -exalumna de LSA y colega en las lides escénicas- la dirigí en otras experiencias de la compañía Gestual Teatro Danza-. Como hace tiempo vengo trabajando en la perspectiva de que se puede integrar la lengua de señas a los espectáculos, creando una dramaturgia paralela, integrando un/a actor/actriz señante, el trabajo fue ir viendo como se hacía esa incorporación. El resultado fue muy interesante porque en este trabajo dramatúrgico de la puesta encontramos que la obra crece y multiplica sus sentidos, en manos de las dos actrices con dos lenguas que dialogan o se superponen pero no se traducen entre sí.
-¿Qué cambios propone esta segunda temporada de la obra que el público podrá ver desde el próximo 2 de junio en Área 623 ?
-El principal es el de la puesta en escena a cargo de dos actrices, una totalmente en lengua de señas, viviendo en el presente total, y la otra instalada en el recuerdo sobre todo en las sonoridades, tanto del texto en español como de la «música» del mundo sordo. La presencia permanente de la lengua de señas como contenido y forma en términos de crear una poética escénica que es a la vez un lenguaje teatral productor de accesibilidad. Esto lo trabajamos junto a Daniel Cinelli, que es el codirector.
Otra novedad es la modificación del vestuario a cargo de Fernanda Trosch a partir de esta nueva puesta en escena y la resignificación de algunos elementos de la escenografía creada por Gastón Joubert.
El diseño sonoro y la canción central a cargo de Ale Dolina (hijo) da cuenta de la tensión entre los mundos, el del hogar y el de afuera, el de las instituciones, los profesionales y las barreras de comunicación sobre todo que son las que convierten a una persona sorda en una persona con discapacidad auditiva, una persona que es mirada sobre todo desde su falta de audición.
Fuente: Télam
Déjanos tu Comentario!