El documental familiar «Casi todo sucede en los sueños», que se estrena este jueves, dirigido por Andrés Habegger, registra situaciones mundanas atravesadas por el realizador durante el aislamiento por la pandemia de coronavirus, como charlas con sus hijos, vecinos caminando por la calle paseando sus perros e imágenes del interior de su casa, acompañadas por reflexiones y descripciones de lo que se ve con sobreimpresos en pantalla.
La cinta de 60 minutos se podrá ver en la Sala Leopoldo Lugones (Teatro San Martín) hasta el domingo, en la que se documenta cómo Habegger filma a sus gatos, muestra fotos familiares y procura cavilaciones filosóficas en torno de lo que ocurre en sus proximidades a partir del rango de visión que le permite su cámara.
«La gata se enamoró de ese rincón y luego volvió al centro del plano», describe en el sobreimpreso el director sobre las imágenes reproducidas de su mascota en el comienzo del filme, lo que es seguido por reflexiones como «lo filmado nunca es lo que estaba por filmarse; como la melancolía, la imagen enceguece, la imagen que se fuga, que hiere, que arrincona. Mejor tirar todo por la ventana, por esos círculos de luz», mientras se ve una persiana baja con un haz de luz colándose en una habitación.
El resto de escenas suelen comenzar por varios segundos en los que Habegger se dedica a encuadrar la imagen y hacer foco en lo que quiere mostrar, lo que generalmente en el mundo cinematográfico queda fuera del montaje, mechadas con frases como «esta película es ahora un paisaje y luego un desplazamiento» o «cuánto pasado cargan nuestros ojos; ¿sabrá la luna que también es un sol?» al exhibir, justamente, al cielo y la luna durante varios segundos.
Luego, se puede ver al hijo mayor del director tocando la guitarra tras un minuto de encuadre hasta encontrar el foco, y a la hija menor de Habegger siendo entrevistada por él acerca de qué es el amor, la tristeza, la realidad y qué quisiera ser cuando sea grande, precedida por tres minutos de prólogo en que que le cuenta que le va a hacer una serie de preguntas.
«Sobre la pared hay un reflejo nuevo, un reflejo imposible ya que el sol nunca entra por esa ventana, ¿es posible ver luz y no saber su origen?», se pregunta el director en otro pasaje en el que vuelve a recurrir a registrar la persiana y el haz de luz que ésta filtra, para luego pasar un minuto tomando la imagen de un auto siendo abordado por sus dueños y reflexionar con su pluma: «El auto, el sol, un reflejo; el momento oportuno y la combinación, ¿y si la belleza fuera solo una coincidencia?».
También hay filmaciones de arboledas fuera de foco, registros de niños jugando en una plaza y evocaciones al padre Habegger mediante fotos apoyadas en el piso, relatando a qué jugaban en la nieve en esas imágenes.
«La pared ahora está muy blanca, pienso entonces ahora que el reflejo ya no está, que la belleza es algo del pasado y quizá también de los sueños», comenta el director promediando la película, al retratar con un plan fijo una pared durante un minuto.
El filme avanza con filmaciones de palomas arriba de una antena, gente pasando por la calle, una anciana fumando en una ventana que hace acordar al director a su bisabuela mientras escribe: «Observar como punto de partida, como estado de fuga, observar sin ningún fin».
Más secuencias incluyen un cielo nublado, una obra en construcción que ocurre enfrente, una bicicleta en un balcón, ropa colgada en una soga y gente paseando perros, noción que el director describe en el sobreimpreso como «un plano de casualidades y perros. ¿Cuántos perros entran en un plano? Serán un total de seis perros en un plano de dos minutos. Filmar para que las cosas ocurran», en lo que, en rigor, es un parsimonioso plano de tres minutos.
El final de la película se precipita con más planos de la persiana, imágenes calidoscópicas y, finalmente, el director siendo filmado mientras registra con una cámara Super 8 ramas de árboles en una plaza.
Siendo que la película es definida desde su póster como «un ensayo documental», consultado por Télam respecto de cuál sería la tesis, Habegger sostuvo que «es un ensayo porque si en una película siempre estamos buscando algo, es básicamente porque algo perdimos, lo que buscamos es porque hay algo que está perdido».
«Toda película empieza con algo que se perdió y termina con algo que finalmente se devela. Acá lo que se devela es que el cine tiene algo de cercanía con los sueños porque es algo que podemos atrapar. Siento que con esta peli me acerqué mucho más a lo que fue mi herida de mi infancia y mi deseo de mi padre», concluyó.
Fuente: Télam
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