Quien más, quien menos, todos hemos utilizado alguna vez una frase hecha. Y claro: es más fácil usar una frase hecha que hacer una nueva, pero… ¿Quién hizo esas frases? ¿De dónde vienen? ¿Adónde las hicieron? ¿Será a causa de las frases hechas que en un juicio oral te piden que expliques en tus “propias palabras” lo acontecido? ¿Es falso testimonio si en ese juicio uno utiliza palabras que no son propias de uno mismo? ¿Y si no tenés palabras propias?
Yo, por ejemplo, no tengo muchas palabras propias. Es más: creo que la mayoría de las palabras son propiedad de la Real Academia Española. ¿O acaso hay un lugar donde las vendan y uno se las pueda apropiar? Y de haber un negocio por el estilo, ¿sería un palabrerío, o una palabrería? Es más: si yo pudiese comprar una palabra ya hecha… ¿me dan título de propiedad sobre la palabra? Ojalá que no sea así, porque si no los multibillonarios del mundo nos van a dejar a todos mudos y sin palabras.
Por eso es mejor que las frases hechas sigan sin dueño, pero también es mejor que pensemos antes de hablar (y bue… para pedir, pido mucho y bien).
Y que usemos nuestras propias frases y no cosas como “a la vejez, viruela”. ¿Por qué se la sigue usando si la viruela fue erradicada del mundo en 1980? Podríamos decir: “a la vejez, sarampión”, o “a la vejez, artrosis”, o bien, “a la vejez, hemorroides”, que son enfermedades concretas y que existen, a diferencia de la viruela que no hay más. ¿Y no sería mucho más gráfico y descriptivo de una persona mayor que hace algo que le da felicidad decir: “a la vejez, fiesta, rockanrol o Viagra”?
Otra frase hecha: “lo vi con mis propios ojos” ¿Y si no es con tus propios ojos, con qué otros ojos lo ibas a ver? ¿Con los de tu hermano, tu vecina o los de tu tutor o encargado? Claro: la frase se usa para reforzar el hecho de que a uno no le contaron nada, sino que fue testigo de lo sucedido. A menos de que se haya tratado de un choque o un afano y uno no quiera salir de testigo ni mamado, en cuyo caso uno debería decir: “no, yo no vi nada con mis propios ojos”. Ojo, ojito: si el policía es pícaro, podría preguntarte: “Ah… pero entonces quiere decir que lo vio con los ojos de otro, ¿verdad?” Y te engrampan.
Y siguiendo con la vista: “A ojo de buen cubero” ¿Qué es un cubero? ¿Hablan de el famoso futbolista? ¿O de un fabricante de cubos? ¿O del inventor del cubo mágico? Además, se ve que hay buenos y malos cuberos, y sin embargo nadie dice “a ojo de mal cubero”. ¿Qué distingue a un buen cubero de un mal cubero? ¿Para ser cubero hay que tener buena vista?
Más frases hechas que decimos sin pensar en qué decimos: “Ahí está la madre del borrego”. ¿Adónde está? ¿De qué borrego hablan? ¿Cómo es que la madre del borrego es la que sabe la posta, la justa? ¿Por qué no se menciona al padre del borrego? ¿Cómo saben que es la madre, y no la hermana, una vecina, o una borrega que no tiene nada que ver con el borrego en cuestión? ¿Le hicieron el análisis de adn? ¿Y por qué hay que hablar de borregos para decir que ahí está el meollo de la cosa? ¿Quiénes de los millones de habitantes de la gran ciudad vimos un borrego en los últimos 40, 50, 200 años?
Y las frases hechas se repiten como mantra de lama olvidadazo. ¿Cuántas veces escucharon decir que tal o cual persona “tiene cifradas esperanzas” en que pase tal o cual cosa? ¿Qué son las esperanzas cifradas? ¿Son esperanzas Offshore? ¿Son esperanzas guardadas en una caja de seguridad de un banco Suizo? ¿O son esperanzas con contraseña? Si lo último que se pierde es la esperanza, ¿qué hacés si tu última esperanza está cifrada y no recordás la combinación?
Y una última frase hecha por hoy: “Es al divino botón”. Incomprensible. ¿de qué botón están hablando? Y si es divino… ¿adónde tiene dios ese botón? ¿Será el de la camisa, el de la bragueta, el del corpiño? ¿Qué clase de ojal es necesario para poder abotonarse con un divino botón? ¿O será que es al cuete intentarlo? ¿Y por qué es al cuete un sinónimo de divino botón? ¿Qué extraña relación une al cuete y al divino botón?
Ahí está la madre del borrego, y si bien yo no lo vi con mis propios ojos, les digo con mis propias palabras que, a ojo de buen cubero, tengo cifradas esperanzas en que algún día terminemos con las frases hechas.
Fuente: Télam
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